Recuerdan
aquella película titulada ¿Porqué lo llaman amor cuando lo que quieren decir es
sexo?
Era
divertida, pero si su título últimamente reviene a mi cabeza, no es
precisamente ni por amor ni por sexo, ni por Verónica Forqué ni por Jorge Sanz
ni por nada más por la moda inocua de no querer llamar a las cosas por su
nombre.
Estamos
llegando a unos extremos que de seguir así, no vamos a saber donde estamos
parados.
Y la culpa
no es del cha-cha-chá, pero claro, culpables, por presuntos que sean, no se
pueden señalar, porque si es así, te conviertes instantáneamente en un
intolerante.
Por lo
tanto, no hay culpables. Y mientras
tanto, con nuestra actitud, no hacemos otra cosa que abonar el caldo de cultivo
para una sociedad tan tolerante que por tolerar, ve como delincuentes confesos
no llegan a purgar penas, donde cada día más, los unos abusan de los otros.
Tengo la
impresión de que la tolerancia es sinónimo de ser gilipollas, y no de los
integrales, que hay muchos, sino de todos aquellos, que por querer la fiesta en
paz, comulgan con ruedas de molino un día sí y otro no y el de el medio también,
y si es que no, es por que te la dan por otro lado.
Es triste
todo esto. ¿y esto que es? Pues es a lo que voy, ¿Porqué la llaman ética
o educación cuando hablamos de cultura o de ley?
Hace un
tiempo, yo era de los que estaba convencido de que siempre ha ocurrido de todo,
pero que las cosas no salían a la luz porque no se denunciaban, ya fuese en una
comisaría o en la tele, que es lo que se lleva ahora.
Ahora me
estoy convenciendo de que vamos para atrás como los cangrejos, porque ahora no
denunciamos porque no creemos que sirva para nada.
Eso es muy
grave. Realmente catastrófico cualquier
sociedad, pero claro, para una sociedad tan tolerante como la nuestra eso no
tiene importancia.
Tenemos
unos representantes que se la pasan en discusión con la iglesia, cuando ellos
no hacen más que seguir la Biblia de punta a rabo, sobre todo, en lo de poner
la otra mejilla y en dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de
Dios, porqué, no me discutirán que eso no es lo más parecido a nuestra
tolerancia actual. ¿Dónde se encuentran
esos valores? ¿Qué qué valores? Pues esos, los de esa ética etérea en la que
estamos inmersos, y en la que la discreción, la sencillez, la pereza, la
indiferencia, la impotencia, la humildad o la timidez de unos y de otros, nos
está llevando ha hacernos invisibles en este baile de máscaras que es la vida.
Yo sé que
nadie, por poderoso, rico, sabio o suertudo que sea, tiene las claves de todo.
Que cosas
digo… Si con los valores estamos apañaos…