¿Practicas alguna religión?
Hoy no traeré a mi mamá al post, hoy será mi padre y su mítico: «Yo creo en Dios pero no en los curas», el que me inspirará. Visto lo visto y lo que está por ver, esta versión resumida, apta para un silbido de los que ahora hacemos, dicha en su tiempo y en su hábitat, era poco menos que una herejía digna de un inquisidor castigo, pero como lo decía en la intimidad de su casa y no lo sabía nadie pues no pasaba nada. Bueno si, algo pasaba, y debo explicarlo porque si algo básico y primordial en las relaciones humanas aprendí de mi padre, fue la ha ser sincera.
Cuando me he referido a la intimidad de su casa, me refiero al ámbito familiar en toda su extensión y al círculo de amigos. Es por eso que debo contar que algunas veces si que pasaba algo cuando mi padre decía eso. Mi querida tía la mayor, era una gran devota del Sagrado Corazón y de comunión diaria, incluso poseía una gran talla religiosa en en salón de su casa, curiosamente ahí, era uno de los lugares donde mi padre, por chinchar a su hermana y echar unas risas a su costa, le gustaba ampliar su afirmación sobre la existencia de un dios, diciendo; «Hermana, claro que creo en Dios, porque yo estoy seguro que hay algo ahí arriba que todo lo mueve, pero en los curas no, que son muy malos», entonces mi tía, persona buena donde las hubiera, le contestaba: «El Señor te va ha castigar, ¿cómo puedes decir eso? tu sabes el disgusto tan gran grande, Caramba! que no vas a misa nunca…» Entonces, mi padre ponía sus manos sobre los hombros de mi tía y le decía «Hermana, no hace falta que yo vaya a misa, tu ya vas por toda la família» . Al final todos reíamos.
Mientras yo continuaba casa enclaustrada en un colegio de monjas, que me dió casi igual que me quitó, donde pasaban cosas, pero yo, que siempre vivía en mi mundo interior, emulando a santa Teresa de Jesús en su castillo interior, nunca percibí nada. Han sido cuarenta años después cuando he escuchado historias de boca de algunas compañeras que si padecieron abusos de algún tipo. Cada vez que pienso en mi padre cuando yo le preguntaba porqué nos llevaba a un colegio de monjas y el nos respondía que porque nos enseñaban más y estábamos más seguras, sonrío con amargura, porque ese tiempo pasó, y lo hizo entre los silencios cómplices en pro de una vida modélica.
Ahora por un instante voy a retroceder cuarenta años en el tiempo, ni un día más ni un día menos, tal día como hoy en el año 83 del siglo pasado empecé a conducir, y recuerdo ese día con ilusión, con cariño, con mucho amor, porque ese día empecé a creer en mí, y empecé a tener mis propios dioses, mis prácticas, mis momentos de atención para conmigo en particular y con la vida en general, aprendí a dar valor a lo que tenía y a lo que fuera de mi podía disfrutar, empecé a apreciar como nunca la luz del sol, el hermoso mar, el olor a salitre de la playa, el aire que entra por mi ventana, empecé a vivir, a practicar la vida. Gracias a tí, gracias a mi.

Esa frase también la decían en mi casa
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