En las distancias cortas no acostumbro a quedarme callada por falta de palabras. Hoy he roto la costumbre. Hace unos meses leí uno de esos artículos donde uno se encuentra una lista con las diez mejores obras o quizá las diez obras que no puedes morir sin leerlas, en fin, algo así. Entre las obras nominadas al vital desenlace se encontraban prescritas, entre otras, dos de Miguel Delibes: El camino y Las ratas.

Creo recordar que en mis tiempos de estudiante, allá por las prehistorias de la era anterior a la digital, habían sido objeto de algún trabajo pero, de eso hace ya tanto, que no lograba ni recordarlo. Algo así como el lugar de la Mancha, más o menos.

Y bueno, qué quieren que les diga? quien soy yo para reseñar a don Miguel? Nadie, no soy más que una lectora disoluta y voraz -lo de la voracidad es más en verano, en vacaciones, luego voy más lenta- Como he disfrutado las dos historias, redios!

No sé se si tendrán al respecto la misma percepción que yo: Suele ocurrirme que, cuanto más grande es una persona, más sencilla es, no necesita de adornos ni perifollos mentales para brillar. Bueno, como les he dicho, esa es una opinión, muy personal. Creo que con eso lo digo todo. Con palabras sencillas y a la vez ricas, en ambas narraciones nos sumerge el autor en el rural castellano, en esa España profunda que ahora desgraciadamente, llaman vaciada. Y digo desgraciadamente, porque a los pueblos no los ha vaciado el progreso, sino el olvido por parte de la clases políticas. La falta de políticas agrarias y ganaderas adecuadas y el sometimiento a políticas que nada tienen que ver con nosotros, pero que han suplido la dejadez en pro de la modernidad, se ha aniquilado esa parte tan importante tanto para nuestra economía como para nuestra sociedad.