Acabaría respondiendo antes si me preguntases que era lo que no me gustaba. Yo iba bastante feliz en mi tiempo de colegio y me remito al colegio hasta los catorce años, octavo de egebé. En esos maravillosos años (a algunos os veo escuchando la entradilla) el hecho de que te gustará no una o no una materia dependía básicamente del profesor que la impartía y del trato que de manera personal te daba. En la formación escolar es muy importante la empatía del docente, casi más que los conocimientos a compartir , de hecho, es difícil que un niño le rebata un conocimiento.

Básicamente no era lo que esté explicaban sino cómo te lo explicaban cómo suele pasar en nuestro día a día, las formas suelen ganar relevancia.

Y bueno, me gustaban todas las clases, unas porque me interesaba su contenido y otras, porque se me daban bien. No me gustaba la clase de francés, yo quería estudiar inglés pero en mi colegio femenino se impartía francés, era, decían, el idioma de la diplomacia. Para mí era la lengua extranjera de las chicas y el inglés la que tocaba a los chicos, la lengua de los negocios y de la técnica, decían las monjas…

Sería muy mala gente si no reconociese que a fin de todo tuve suerte 🍀. En un momento y lugar donde los profesores nativos no existían, a lo largo de mi formación tuve siempre profesoras de francés fifty fifty, exiliadas o hijas de… Y pese a mí falta de interés y mi repudio intrínseco, el aprendizaje llegó a buen puerto.

Y por último os diré que tuve la suerte de crecer y estudiar en un periodo de cambios políticos importantes. Eso dió lugar a que la historia (esa que se dice que escriben los vencedores y que relatan a su gusto los que gobiernan), la aprendiese desde diferentes puntos de vista desde el principio. Creo que fue una experiencia enriquecedora en mi formación, tanto a nivel de conocimientos como personal.