Hay varias y diferentes obras sobre los ídolos que caen y seguro que, ideas o deseos sobre ellos, tantas o tantos como seres humanos. El tema es delicado en estos tiempos, momentos en que los humanos hemos evolucionado hacia una dermis extremadamente delicada. Es difícil responder de manera elegante y sutil sin que nadie se sienta ofendido y por un ende nos convirtamos en adversario de un duelo u objeto de una querella. Con el paso del tiempo los personajes históricos me han sido presentados desde diferentes puntos de vista, y un mismo personaje me ha sido presentado como un ídolo o como el peor enemigo (ya saben, nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal donde se mira).
La verdad es que pocos quedan con los que tenga la curiosidad de conversar. Quizá con alguien que siempre hablaría sería con alguno de los filósofos griegos, quizá con la hija de Pitágoras o con las madres espartanas. Cuando hablamos de personajes existe una línea muy fina, tanto como nuestra piel, pues uno no sabe a veces acaba la historia y donde comienza la leyenda. Justo, esos personajes de frontera, mitificados o recordados en el limbo existente entre lo real y lo imaginado, son los que más provocan mi curiosidad.
Estaría también interesante una entrevista con algún asesino en serie, de esos que no matan en nombre de ningún dios ni de ni ningún rey, esos que matan porque les da la gana y punto. Mirarlos a los ojos y preguntarles si lo piensan, si lo hacen por algo en particular o por una guerra personal, que sienten, si es porque placer, por impulso o porque se creen que están por encima del bien y el mal, de lo humano y lo divino, y que están seguros que no hay nada ni nadie por encima de ellos ni de sus hechos.