Cuando era muy chiquita, vivía en un sótano, -ya os lo he contado alguna vez, al estilo de Tacones lejanos, la super película de Almodóvar – allí, como en todo sótano que se precie, además de mi familia -papas y abuelos maternos – habitaban roedores y otras alimañas -. A mí no me daban miedo, sentía que era superior y no suponían amenaza, pero para algunos adultos que nos visitaban, esa convivencia era puro terror. La tía Rosita, que no era mía sino dei primo hermano, más hermano que primo, me dibujaba gatitos y yo, dibujaba muchos, tal como la tía Rosita me había enseñado, para ahuyentar a los roedores y alimañas.

En algún momento ocurrió algo; los perros se convirtieron en la mayor de mis fobias -creo que ya os he contado que en una ocasión me 0use delante de un autobús para no pasar al lado de un perro- fobia que, as los después, por obra y gracia de una de las mejores personas que han formado parte de vida, superé con honores – ya os he contado y mostrado en alguna ocasión a mis peludos -ahora solo me queda el Reus y está pachucho -.

Una tía mía, la más querida y Rosa también, se asombraba cuando de niña, durante las vacaciones en el pueblo, era capaz de lidiar con los cerdos -las bestias, les llamaba a todos los animales de granja y corral- consiguiendo incluso una buena foto. Los cerdos siempre fueron mis preferidos…

Pese a ser superalérgica a los conejos, es solo cuando no están vivos, por mi casa han pasado ya tres: Lolita, Pepe y Egon -que resultó ser una Egona, y muy , muy longeva, once años!!!

Me faltan fotos, pero tendréis que disculparme, es domingo 🥰