Las vueltas al trabajo siempre son duras y más, si recién llega uno ayer de un viaje. Uno no duerme la noche anterior, bien sea por la adrenalina acumulada en esos deportes de riesgo que practicaste y saliste ileso, bueno, ileso exactamente no, para no mentir, diremos vivo, bien por el temor a dormir en la vuelta tras un par de semanas en la comodidad que impera en la vida de uno cuando, uno no depende más que de uno mismo
Fue dura la vuelta y fue bonito mientras duró, como la historias de amor de verano, cortas e intensas pero, obviamente, sin la aventura veraniega, por una doble razón, porque es inverno fuera y también, dentro del corazón. Lejos quedaron las islas, las aguas cristalinas, la Tramuntana embrujada y el piano bar del puerto deportivo. Todo se esfumó tras la estela dejada por el Abel Matutes mientras se alejaba de la costa, las vivencias de esos días se quedaron encerradas en aquel apartamento de vistas idílicas de un Mediterráneo de aguas casi gélidas.
Como en Las Vegas, lo que pasa en la isla 🏝️, se queda en la isla.

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