Unas bravas, estupendas por cierto, una boquerones fritos de origen descongelado, secos como la harina molida, un par de Voll Damm, doble malta -the best- un flan de huevo, un helado de chocolate negro, un café ☕ descafeinado de maquina y por fin, lo más importante, una buena compañía, lo imprescindible para que todo lo demás sea soportable.
Me preguntó cómo sería la vida de las personas si no existiese entre ellas el fenómeno de la afinidad, ese que consigue que conversen, que compartan o todo lo contrario, que se odien, se ignoren o se critiquen. Hoy ga sido uno de esos días donde la gente afín ha sateliteado mi vida, por sorpresas, por decepción, por la muerte, por la vida, por lo rápido que se nos pasa el tiempo ⏲️ ahora, con lo lento que corría hace años, cuando toda una vida parecía ofrecerse a todos y cada uno de nosotros…
Y mientras todos esos cambios ocurrían, muchos de nosotros se han ido quedando en el camino, no sé si su tiempo se paró o fue que se terminó, lo único que se siente es un tiempo ausente, carente de presencia, vacío, como el espacio que nos dejan los que ya no están en nosotros, como el que deja el tiempo de ese reloj de arena que a raudales, se precipita en nuestras manos y cae al vacío entre los dedos, ese mismo que ahora cuando la fuerza y la voluntad y la fuerza falla, se torna más presente que nunca pese a la futilidad de antaño, cuando todo el tiempo ⏲️ era nuestro e infinito ♾️, inagotable.

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