Hace tiempo que no recurro a la relatividad de las cosas y la verdad, lo hecho de menos. Es de gran utilidad, se puede utilizar a modo de filtro o de barra de medir para conseguir que todo lo que pasa a nuestro alrededor, podamos aplicarlo y sacar provecho para nuestro aprendizaje personal.
De la misma forma que a lo largo de la historia de la humanidad tenemos episodios que se repiten, también lo hacen los ciclos. En la vida de las personas ocurre algo muy parecido, después de todo, la historia la contamos las personas y los episodios forman parte de nuestro imaginario colectivo o personal sobre todo en los hechos cercanos. A lo largo de la historia se van alternando los periodos de guerra y los de paz, las épocas de bonanza económica y las grandes crisis, periodos oscuros y periodos de luz… A la gran mayoría de nosotros nos ocurre algo parecido más o menos latente dependiendo de cada uno.
Después de un día completo e intenso, el día después puede ser como la píldora, demoledora y aplastante. Incluso los más valientes, aquellos que intentan plantarle cara al día y completarlo como si nada, acaban rendidos o vencidos. Y aquí viene la alusión a la relatividad, la diferencia será relativa y dependiente, de aquello o de lo otro. Todo un catálogo de características interrelacionadas y perfectamente interseccionadas, formando un mapa semejante a la de nuestro tejido neuronal. Quizá nuestra vida cíclica y relativa no es más que una burda copia a tamaño gigante de todo aquello que somos biológicamente, como una proyección exterior que se devalúa por segundos y por las injerencias externas, tan fugaz como nuestra existencia en el conjunto del entorno, de forma relativa, como siempre😜

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