El día que conocí a Lavoisier, descubrí algo mucho más grande que su teoría de la relatividad. Descubrí que podía pensar por mi mismo y lo más importante, crear mis propias teorías.
Era un chico del montón, del montón de los vagos para ser exacto, aunque mi padre solía decirme que era el capitán del batallón de los torpes. Yo no entendía porque mi padre, que nunca era amable conmigo, me decía que era capitán. Mi padre se reía de mi y yo pensaba que estaba contento y me elogiaba.
Cuando llegó la hora de hacer el servicio militar, descubrí que un capitán llevaba una compañía y no un batallón enfurecí bastante. Mi padre había fallecido un año antes, diciendo a todo el mundo que su hijo era el capitán del batallón de los torpes, despreciándome como a nadie se debe despreciar y yo, no pude decirle que estaba equivocado.
Algunos días, pensando en eso mismo llegaba a sentir compasión por mi padre y me sentía mal porque a pesar de su desapego, yo quería a ese hombre mal padre que me había tocado.
No supe nunca diferenciar si me dolía más que no me quisiese o que yo no pudiera evitar evitar quererlo a él, incluso después de morir.
Al volver del servicio militar visité a mi madre. La esperé sentado en la escalera hasta que llegó del trabajo, no estaba en casa. De repente escuché su andar y levanté mi cabeza que permanecía hundida en el petate. Venía sonriendo y olía a cerveza y a tabaco. Lo noté nada más abrió la puerta de la portería. Se abalanzó sobre mí y me abrazó fuerte. Vi como sus ojos vertían lágrimas silenciosas, nunca se había emocionado tanto al verme, claro que, nunca habíamos pasado tanto tiempo separados.
Ella siempre había estado ahí, en silencio, trabajando para mantener nuestro hogar, velando por nuestro bienestar y yo no me había dado cuenta. Siempre estaba pendiente de mi padre y de su menosprecio. Mi madre en casa era poco más que una sombra, alguien que hacía magia haciendo que todo funcionara desde la oscuridad, sin dejarse ver y, lo hacía tan bien que yo no fui capaz de verla hasta ese día, el día que volví del servicio militar.
Me dijo que había ahorrado y que ahora que él había muerto teníamos que hacer planes. Yo no entendía nada y al mismo tiempo me pareció entenderlo todo.
Mi padre, al igual que la energía, se había transformado en mi padre al casarse con mi madre y con su muerte, tras aquel día, volvió a dejar de serlo. De la misma forma, más que un reencuentro, me encontré con mi madre y, salimos a celebrarlo y también, hicimos planes.
Ese día, al igual que el día que en la escuela me explicaron la teoría de Lavoisier, pensé por mi mismo y descubrí a mi madre.

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