Tarde…

En el silencio la noche, día tras día, todos escuchaban lamentos que provenían de la planta baja del edificio.
Durante más de tres meses, día sí, día no y el de medio también, los golpes y quejidos, prácticamente sordos, se habían convertido en la banda sonora nocturna del vecindario.  Los habitantes parecían estar inmersos en una paz aparente, los lamentos en mitad de la noche se habían convertido en parte de su cotidianidad, o quizá se habían vuelto  sordos para sobreguardar su normalidad, estaban haciendo oídos sordos a la situación de manera literal.
Quisiera pensar que ninguno de ellos era consciente de forma voluntaria de lo que cada noche, a partir de las doce, cuando cerraban el bar de la esquina; “De Camino”, se llamaba el local, y Julio Neri caminaba zigzagueando hasta llegar a casa, donde Dorita Reina, su flamante esposa desde hacía cuatro meses, lo esperaba arreglada, con sus zapatos de tacón y su vestido negro adornado de Swarovski, con la mesa puesta a todo dar, hasta que por fin, Julio se dignaba a entrar por la puerta.
La mujer lo recibía de forma cariñosa cada noche, servía la cena y lo acompañaba pese a tener que madrugar al día siguiente, pues trabajaba a turnos en la fábrica de hilos del pueblo de al lado. 
Julio, más que comer, jugaba con la comida mientras bebía el vino que Dorita le iba sirviendo.  Como postre, cada noche, un sinfín de insultos en la oreja mientras estiraba de sus cabellos, entretanto ella le suplicaba bien bajito que no lo hiciese, por favor, que le hacía mucho daño.
Él, sin duda gozaba viendo el sufrimiento que causaba a su esposa.  Cuando se cansaba de tirarle del cabello la obligaba a mantener relaciones sexuales hasta quedar dormido sobre el menudo cuerpo de Dorita.
A la mañana siguiente, Julio se levantaba y buscaba la botella de anís, y antes de salir a la calle se propinaba un par de tragos.
Cada noche lo mismo hasta que el pasado viernes, los vecinos echaron de menos aquel quejido que durante meses había formado parte de sus vidas.
Nadie se preocupó, todos prefirieron pensar que la pareja había dejado el barrio, que por fin las noches serían como antaño, silenciosas, con el único ruido de algún grillo extravagante frotando sus alas de madrugada en algún jardín cercano.
Pasados unos días, un fuerte hedor invadió la calle, parecía provenir de la casa de Dorita y Julio.  El aire se tornó irrespirable y algún vecino avisó a los municipales.  Cuando se pudo acceder a la vivienda, se encontró el cuerpo de Dorita sobre la mesa del comedor en avanzado estado de descomposición.  Su cuerpo no presentaba heridas y su cabello en forma de corona solar se extendía sobre la mesa.  Parecía haber sido estrangulada.
Llevaba puestos sus zapatos de tacón.
De Julio, nunca más se supo.
Posiblemente, si los vecinos hubieran alertado a la policía de los golpes y lamentos nocturnos, Dorita seguiría con vida.  Ahora, quizá alguno huela su propio hedor el resto de sus días…

Paloma negra 🌑
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About Mechas Poval

Lamari Poval, Escritora salouense nacida en Barcelona. Multifacética en aficiones y destrezas, bloguera desde el año 2006. Aunque el oficio con el cual uno llena su despensa no sea el de escribir, si uno se levanta por la mañana pensando en escribir y es feliz cuando escribe, es escritor. Actualmente expone sus creaciones en "El racó de Mechas", de Mechas Poval y "Con un par" de Lamari Pujol. Publicaciones: UN RELATO PARA OSCAR, 2012, ed. Puntorojo MI HERMANO KEVIN,2013,ed.Vivelibro CUANDO LA MARACA SUENA,2014,ed,Amazon kindle CRÍMENES DE ASFALTO, TIERRA Y MAR, 2019, ed Vivelibro
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