Alejandro Valdés al salir de prisión, no dudó en cumplir el encargo que había
prometido a su compañero de celda. Se encontraba atado de pies y manos, no
sabía dónde la encontraría, y lo peor de todo, es que ni siquiera sabía dónde
buscarla.
Genuvis Martín cambió sus escenarios habituales pero no abandonó la ciudad,
ahora tenía dinero y no necesitaba moverse por los bajos fondos. Valdés creía
en la providencia, buscó trabajo en la ciudad y esperó que pasara el tiempo.
Estaba seguro que algún día tendría a la malvada mujer ante sí, y podría
cumplir su promesa.
Él pasaba cada noche por el lugar, un viejo almacén al final de la calle Cuatro,
donde camellos y drogadictos hacían sus negocios. Diferenció una sombra
femenina en el primer piso. Los minutos estaban contados para Genuvis.
Siempre se vuelve al lugar del crimen.

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