En el mundo editorial siempre estuvo envuelto en un aire de misterio, nadie entendía aquella rápida ascensión habiendo empezado a publicar en plataformas digitales, pero en realidad, para él no fue más que una historia rocambolesca. Fue algo tan sencillo como una mención a un local antiguo que llevaba más de 50 años cerrado en un en una ciudad costera, en una de sus publicaciones de Amazon. Es aquello que se dice: Estar en el momento justo en el sitio indicado.

Ese momento justo para él fue cuando, una nieta del antiguo propietario del local vió en casa de un amigo su novela. Al ojear el libro y leer algunas páginas, se dió cuenta que en la descripción de un local de ocio de los tiempos en que se desarrollaba la historia, se describía con todo detalle uno de los antiguos locales de su abuelo, allá por los inicios de sus negocios. La muchacha asombrada, se lo refirió a su abuelo y éste no tardó en investigar. Avisó a sus abogados y los puso a trabajar para que contactaran con el autor y reclamaran a éste para que cambiara el nombre de ese local pues, se sentía identificado y atacado en su honor. En realidad, el antiguo empresario no vió más que un filón para un futuro negocio. Sus abogados contactaron con el joven autor. Él se defendió diciéndoles que no lo podían juzgar por escribir historias ficticias basadas en las historias de juventud de su abuelo.

Los abogados le dijeron que debía cambiar el nombre del local si no quería verse inmerso en una demanda que no podría ganar. El joven autor sacó pecho y dijo a los abogados que la obra, además de estar publicada en Amazon también lo estaba en otras plataformas y que era una tarea prácticamente imposible lo que le pedían, que si les parecía bien, podían repartir las ganancias. Unas ganancias prácticamente inexistentes. Inteligentemente, porque realmente le podía haber dado todo, ya que no estaba ganando nada con esa obra -apenas había vendido ejemplares a sus amigos, a los conocidos y algunas personas en la presentación que había realizado en la biblioteca de su barrio, pero en línea eran pocas ganancias, apenas unos unos pocos euros. El muchacho, viendo que esto era una cuestión económica, pues era más que evidente que aquel anciano avaro no había visto más que una oportunidad para llenar más aún sus arcas, ofreció a los abogados un veinte por ciento de las ganancias, alegando que apenas tenía beneficios.

El anciano antes de lanzar a su equipo de abogados a una negociación, envió una copia de la obra a un crítico literario, dándola éste por notable. Los abogados le dijeron que si no podía tener acceso realmente a la venta , sería un 40% de las ganancias, que si no se verían en un juzgado. El chico, con ademán afligido aceptó la oferta y dispusieron los documentos de cesión de la parte proporcional acordada en el registro de la propiedad intelectual de la ciudad. Los nuevos propietarios pagaron una buena campaña publicitaria para sacar ganancias de aquel porcentaje y a raíz de ahí la popularidad del autor subió como la espuma y las ganancias fueron beneficiosas para ambos lados.

Su siguiente obra, ya libre del avaro anciano y gracias a él, fue un éxito de ventas y a raíz de ahí, todo fue como un no parar. Se hizo un lugar en el olimpo de los dioses de las letras.