Cuando parecía que el viernes acabaría desapercibido del mundo 🌍 en general y de la gente en particular, una tiara de marabú rojo en forma de corazón rojo, entró en escena. Y de qué manera… Se nos colmó de agasajos y palabras amables, incluso bonitas, de ese tipo de palabras, no de amor, como las de Serrat, pero si de aquellas comunes en el tiempo.
Parecía amada aunque no lo era. Y pensé en la mentira y en la verdad, en la apariencia de la felicidad, del amor que lo parece pero que, ni tan siquiera existe, de las idas y venidas de la vida, de lo que parece y lo que es, como el carnaval, donde cada uno es cada quien y no tiene nada que ver con quién es, ni con lo que hace, ni con lo que dice, ni tan siquiera con aquello que un día amó.
Vivir en esa linea que separa lo que somos y aquello que los otros ven, en lo que sentimos y aquello que se percibe de nosotros, en esa piel que se adhiere de tal forma que llega a parecer propia, como si fuese un sentimiento propio, de amor o de odio, como ese amor escondido que vive en nosotros y nos da la vida, como aquel que, a escondidas, tras un disfraz, nos la quita.




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