Con la cuarta, como de una sevillana se tratara, terminaré, por lo menos por un tiempo, de darle vueltas al concepto de marras. Después de dedicar cuatro días a eso de dilucidar sobre lo dilucidado, creo que si no estoy igual que al principio, es solamente porque uno, a lo largo de la vida, no tiene nunca un segundo igual a otro.
Dicho ésto, volveré al principio de los tiempos -de la minisaga, si quiero dar veracidad, o por lo menos, hablar con un poco de coherencia, (¿he dicho yo coherencia? )- bueno, es justo allí y desde ese lugar, donde creo que debo reivindicarme en afirmar que cada vez más, que complicamos nuestra existencia de manera gratuita, haciéndonos cada día más esclavos de saber o de tener más, sin darnos cuenta que nuestra batería de búsquedas no va a hacer más que movernos en un círculo vicioso sin salida y sin retorno, como lo es la propia vida vista desde dentro a fuera o a la inversa.
Aunque mientras la espiral perdura, en el intento por saber más sobre lo más simple, sobre lo que siempre estuvo, está y estará mientras que nosotros estemos, perdemos parte de nuestra esencia en esa indagación. Todo es más sencillo de lo que realmente nos parece y perdemos gran parte del encanto en esa búsqueda yerma y frustrada, que no nos lleva a ninguna parte.
Guiándome un poco por todo lo relatado, debo hacer nuevamente mención a los astros, esos que parecen influir en las personas de manera particular y general, que parece como si alguna manera nos manejan a su antojo, reflejando sus momentos de paz y de guerra, como el mar cuando está en calma y de repente empieza una tormenta… pues la vida es lo mismo, si toca lucha se lucha, si no es al unísono pues en cadena, y para acabar todo en lo mismo.
Y hoy lo eximo, lo enmudezco, porque está ahí, y haga lo que haga, está presente en todo aquello que hago, en cada palabra que escribo…
Hoy no lo nombrado pero no por ello deja de estar presente…
tampoco lo voy a nombrar, pero creo que existe, dentro o fuera de nosotros