Intento mantenerme ajena al confinamiento, al dolor que siento a causa de las desgracias personales, de las pérdidas irreparables, de las heridas incurables. Utilizo todo tipo de tretas para esconder esa tristeza infinita, ese dolor extremo que extrapola al ya maltrecho dolor físico, haciendo de mi cuerpo un amasijo de desgarradores sentimientos imposibles de desbaratar.
Hoy es domingo, un domingo gris y huracanado, con ráfagas de viento de esas que ladean los árboles y auguran tormentas en general y en los ánimos humanos en particular. Esas que remolinan aun más ese amasijo interior que nos perturba, ese que un día se llevó nuestro brillo en la mirada, nuestra sonrisa y la vida; ese que nos trajo el insomnio, la amargura, el terror de cada nuevo día; ese que nos hace aflorar la verdad de nosotros mismos, la que pone sobre el tablero aquello que no tenemos, que la vida nos negó o el destino nos despojó; ese que entierra bajo las piedras gigantescas cerrado con siete llaves, todo halo de recuperación, de renacimiento, de la voluntad de seguir viviendo.
El viento trabaja a ritmo lento, regocijándose en el despertar del huracán que llevamos dentro; no le importa levantar ampollas, arrasa con cualquier pústula y con ello la esperanza de sanar la herida, esa que mantiene el alma descarnada y desprotegida, más vulnerable que nunca y que en su debilidad, se convierte en el objetivo fácil de cualquier desaprensivo, de cualquier psicópata de libro, de cualquier naturaleza: humano, divino o entidad.
Y mientras esto ocurre, algo se remueve allá en lo más hondo, en un lugar inalcanzable, allá donde los sueños nacen sin conciencia, dando respuesta a las ganas de vivir que siguen atrincheradas bajos los amasijos más profundos, aunque solamente sea, dando forma a un sueño.
Un día sin esperarlo se rompe la vasija que sostiene la esencia de nuestra vida, en ese instante todo comienza a bullir mientras intentamos recuperarlo, ” será mejor recuperar parte de lo esparcido o buscar nueva esencia?. dímelo tú.
Querida Rita, lo esparcido es irrecuperable, pero la esencia de nuestra vida no se va, sigue ahí, no hay que buscar…
Besos