De una forma o de otra, más o menos directa, mi profesión tiene que con la venta y de alguna manera, hasta con algo tan común como es el pan de cada día, uno vende ilusión -ese sabroso bocadillo de jamón serrano con tomate y aceite o esa salsa de setas que ese día te salió de rechupete, que se yo, cada uno pensando en su pequeño o gran manjar…-

Lo primero que pasó por mi cabeza fue una tienda donde se vendieran esas cosas que no hay dinero 🫰 que las pague: el amor, la amistad, la libertad, la empatía, la resiliencia… Que se yo cuántas cosas son necesarias para llenar nuestro bagaje personal, esas que no no se ven pero que tanto nos ayudan🆘 en nuestra travesía vital.  Estaría bonito disponerlas al alcance de todo el mundo 🌎, porque todos deberíamos disponer de ellas, pero seguro que , si estuviesen disponibles en una tienda, su valor iría decreciendo a favor de una disparatada subida de precios.

Hubo un tiempo, hace muchos, muchos años, en mi pueblo abrieron una librería donde, además de vender libros 📚, enseñaban a amarlos.  Un día, de la noche a la mañana, el negocio cerró, y nos dejó desamparados de historias, de aventuras, de sueños… Y hasta hoy,  que he recobrado su recuerdo  y me ha parecido pasar por aquel local desierto y verlo lleno de nuevo.

Aprovecho para contaros que por fin he terminado con Don Julián.  Me ha costado bastante leerlo porque el condenado no tiene un solo punto 🧶.  Per ha estado bien mientras duró…😊