Va por ti.
Todavía no he conseguido averiguar en qué momento de mi vida tuve que prescindir de la condición de mi corazón ( y digo corazón en lugar de alma solo por tí, porque aunque la iglesia tiene relativamente poco que ver conmigo, pese a mi esmerada educación religiosa durante varios lustros; la existencia de algo o alguien por encima de todo lo visible y lo invisible, la tengo grabada en mi a sangre y fuego), siguiendo en lo que estaba, intento descubrir que ocurrió en mi vida para obligarme a desplegar esa parte de mi y convertirme en ese ente solo material con el cual paso mi vida.
Supongo que todo esto de escribir ayuda a desarrollar esa parte que todo ser humano despliega con naturalidad y que a mi por alguna razón me negó la vida: el viaje conjunto del cuerpo y el alma.
Es una manera se sino vivir, sobrevivir. Nada más.
Debió ser un acontecimiento de gran calado, quizás la suma de muchos.
Y también, de la pregunta constante de porqué a mi, cuando tantos pasan su existencia sin ni tan siquiera darse cuenta de las cosas. Alguna vez leí sobre el amargo don de la belleza, que tan bien relató Sant Terenci Moix, aunque he de decir que no es precisamente este mi caso. También estudié el tema de la infelicidad que viene directamente relacionado con la inteligencia, no hay más que leer a Sant Eduard Punset, que de estas cosas sabe un rato largo y ahí, quizá como si de una terapia de auto ayuda se tratase, me autoconvezco de que en sus escritos se encuentran las madres de todas las batallas del ser humano consigo mismo en lo referente a su propia existencia y la mejor forma de sobrellevarla.
Y es por todo ello, que mi manera de sobrevivir, se basa en la ausencia de alma, y que a ésta la desbordo en un papel en blanco, o en un blog, dándole un nombre que no acabe de perder mi identidad aunque tampoco me identifique, y así, aunque no de la forma más correcta, seguir viviendo.
Por eso quizá nunca he tenido miedo a la muerte, porque debo estarlo hace tiempo.
Aunque a pesar de todo, sigo sintiendo.