Complicados se presentan estos días, un evento tras otro que no me dan lugar a reponerme. Pero no puedo evitar, a pesar del cansancio ser enormemente feliz de manera personal.
Si bien es verdad que por causas ajenas a mi voluntad he tenido que prescindir de muchos afectos en esta vida – y cuando hablo de afectos no hablo de amores, que en eso no creo, sino del resto-
He tenido algunos amigos de esos que se conocen como amigos del alma, pero por una cosa o por otra, siempre he dejado de tener contacto con ellos. Y a pesar de llevar una vida ordenada, aunque a algunos les parezca lo contrario, siempre he echado de menos esa complicidad que te dan este tipo de relaciones. Curiosamente, no sé el porqué, quizás por que mi personalidad solapada así lo entiende, siempre han sido amistades masculinas las que han ido ocupando ese tipo de afectos.
Yerma mucho tiempo de tal preciado tesoro, un tiempo atrás entró en mi vida él. Una de esas personas de las que cualquier mortal con dos dedos de cerebro desearía tener, cuanto menos, entre sus conocidos. Si darme apenas cuenta empezamos a tener una comunicación estrecha, y es que cada día que ha pasado desde que lo conozco me recuerda a mi mejor y grande amigo de adolescencia y juventud, aquel con el que compartí muchas horas de nuestras ofuscadas vidas y aquel también, con el cual tracé el camino a empezar y en el cual sigo hace ya más de veinte años.
Con él jugué a corazones y pizarras, aunque el usaba el corazón y yo la pizarra, como siempre.
Con el paso de la vida, nuestros caminos se vieron obligados a separarse, no siempre uno puede vivir donde quiere, el trabajo, la familia, en fin, uno acaba teniendo prioridades, se hacen distancias que aunque en el alma no se lleven a cabo, son reales, y hay que aceptarlas. ¿Porqué digo eso? Estaba equivocada, debí luchar por mantenerlo todo, y no lo hice… y pagué, vamos que si pagué…
Pero después de todo, la vida no se ha portado mal conmigo, siempre me ha regalado buenos compañeros en el trabajo, donde, después de casa, es donde paso más tiempo.
No puedo quejarme, sino fuese por estos fueros internos que me traicionan, que me hacen revivir el pasado, podría decir que conseguí una vida perfecta – en mis horas bajas, cuando la culpa me mata, y lo veo todo negro, pienso que todo lo que no me gusta y me rodea, me lo he buscado yo, me culpabilizo de todo lo que me ocurre y me pregunto en qué momento de mi vida hice los méritos, es entonces cuando el pasado martillea mi cerebro y me siento morir.
Dejando a un lado todo eso, en este momento doy gracias a que tengo la impresión de haber recuperado aquel amigo, aquella complicidad, aquella confianza…. aunque la vida y las circunstancias sean algo más austeras, pero siento que siento, y eso para mi es muy importante. Sentir la confianza de manera recíproca de alguien que como la mayoría de las personas que pasan por nuestra vida, parecen habernos tocado en una rifa…
Creo que la circunstancia merece y es por ello, que a modo de tributo, procuraré que no vuelva a ocurrir, que los cambios fortuitos que la vida nos ofrece, no sean más que una razón para tener más fuerza, y no dejar perder de nuevo esos afectos, los de la amistad, que en mi caso, en esta vida dotada básicamente de una gran pizarra, que trabaja a modo de gran cepeú, son algo muy valioso.
Un beso a todos, os quiero.
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