Y es justamente en esas noches en vela cuando aun teniendo más motivos para ser feliz que para dejar pasar el sueño, cuando tus ojos, entre sueños, vuelven a cruzarse con los míos. Y el llanto comienza, y el congojo se apodera de mi pecho y las dudas de mi mente.
Y la historia vuelve a repetirse de nuevo, como otras tantas veces desde que un día decidí no luchar por aquello que había estado ahí desde siempre, desde el principio de la vida, de mi vida.
El hecho de volver en unos días ha puesto mis pies en polvorosa y al sitio que debiera ocupar ese corazón ausente, inexistente, en auténtica zozobra. ¿Porqué no estás? Yo te siento a mi lado y aunque me duele, aunque me siento culpable porque sé que no debiera, porque ya es ahora, y en ese ahora el lugar del hombre tiene otro nombre, otra cara, aunque cuando cierro los ojos, sigues estando tu.
Voy a contar los días, las horas, los minutos para ese encuentro, porque ahora va a suceder, porque lo quiero y lo siento, y a lo mejor decido ser valiente, por una vez, y me dejo llevar por el momento.