A duras penas tiro para adelante con la economía doméstica, un poco por desconocimiento, otro poco por falta de medios, como supongo hay muchos, y cada día escucho en la tele hablar de recortes por todos los sitios y yo, en mis justitas entendederas, tan sencillas y tan sensibles como la candidez del páramo castellano del cual un día salí, no pienso solo en dinero, no me paro en los activos, en los pasivos, en los contaminantes, que se yo… escucho tantas palabras extrañas…
Lo que realmente se me viene a la cabeza, que digo a la cabeza, me invade por completo y me impide pensar en otras cosas, sobre todo cuando estoy en el tema, ya sea en compañía o pensando en voz alta, como yo trasmito el hecho de hablar sola, porque claro, no es lo mismo hablar sin interlocutor, costumbre observadamente cada vez más extendida y no bien calificada aunque no por ello no aceptada, que pensar en voz alta, operativa conductual que da lugar o impresión que la persona ejecutora, posee gran intelecto, luego piensa, y para los más incautos, llegan a sentir envidia, a verla como algo tan grande intelectualmente, que llegan a afirmar que de tanto que tiene en la cabeza, tiene que pensar fuera , haciendo referencia a lo de viva voz, porque ya no le cabe más en ese cerebro privilegiado.
Bueno, dejando a un lado divagaciones de última hora y que muy bien pueden dar pie a otro de mis rollos emocionales, me centraré.
La verdad es que estoy viviendo los recortes desde un punto de vista emocional. Siento que con tanto uso de la tijera he vuelto a jugar a los recortables, aquellas hojas que vendían en las papelerías donde había una muñequita y sus accesorios, y que una se entretenía recortando y cambiando los vestiditos que se aguantaban con unas pequeñas solapas de los hombros, a falta de muñeca Nancy, que no estaba al alcance de todos los bolsillos,en fin, que nadie se inventa ahora nada, por mucho que algunos se empecinen. Lo que pasa es que no lo han visto, y por ello, con ese escepticismo que tenemos, pues estamos como los niños chicos, que si estás escondida, no estás, te has ido.
No sé si me explico. Volviendo a lo que yo quisiera sacar hoy de mi, voy a intentar abordarlo sin dar más rodeos. Es que me cuesta. Me duele.
Siento que a golpe de tijera, están borrando todo lo que con esfuerzo hemos construido en los últimos, digamos aproximadamente, treinta años, y no pienso solo en las cosas materiales, que son importantes, de hecho, para la gran mayoría, lo más importante.
Hablo de lo construido como el resultado de un trabajo en equipo por parte de la gran mayoría y del cual nos hemos ido beneficiando todos. Y es que hablemos del tema que sea, de momento podemos hacerlo, aunque si continuamos con esta actitud, nos van a recortar hasta ese derecho, por algún sitio he escuchado o leído, no recuerdo bien, algo sobre el control de las convocatorias a través de las redes sociales o algo parecido, si esto ocurre, todo estará perdido, porque después de esto, llegará a cara descubierta, el tijeretazo a la libertad de expresión, y acompañando a este, de manera estelar, nuestro preciado derecho al pataleo, ese que aunque no tiene mucha efectividad social, nos ayuda a descargarnos de manera personal con la víctima de turno, eso tendrá como resultado el aumento de los problemas psicológicos de unos cuantos, que se sentirán castrados verbalmente, con lo cual, aumentaran el gasto farmacéutico y, como seguramente, no corresponderán a ese grupito de los cienmileuros, tendrá que solucionar la ya recortada seguridad social, y que como seguramente no podrá hacerse cargo, aumentará la temida exclusión social, que realmente, no es más que decir que no somos del club de los de arriba, aunque ellos se dediquen a dramatizar para básicamente, lavar sus conciencias.
Y sin entrar en detalles materiales, porque ya digo, no es lo mío. Miro hacia atrás y recuerdo aquellas ciudades con calles de tierra, sin centros de salud, con niños que jugaban al fútbol dando patadas a una lata y a aquellos mayores que llegaban exhaustos de trabajar o de buscar empleo, o de aquellas mujeres que ocultos en sus carros de la compra llevaban las piezas confeccionadas para algún taller clandestino, de esos que hoy son marcas de lujo, que ahora continúan su actividad en lugares donde seguir sacando el máximo rendimiento, como un día lo hicieron aquí pero con menos garantías. Y que ahora piden ayuda económica a todos aquellos que en los tiempos de bonanza no recordaron para reportar beneficio. Recuerdo aquella unión, aquel valor que tienen aquellos que no tienen ganas de perder, y de como con ella conseguimos cosas verdaderamente importantes, no dinero, pero si la capacidad de saber que estábamos ahí, que podíamos hablar, que no podíamos permitir que unos pocos nos manejaran como marionetas, y entonces lo conseguimos y ahora, ¿qué ocurre?, hemos retrocedido pero no solo unos años, hemos perdido algo dentro de nosotros mismos, hemos perdido el derecho de elegir, de cambiar las cosas, y lo que es peor, son muy pocos los que están por la labor de recuperarlo o por los menos, de seguir avanzando.
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Me pone los pelos de punta, no se como haces para hablar de todo esto desde el corazon,
te saludo y continua con las reflexiones