En estos días he tenido muy cerca los padecimientos de los vivos: He podido ver víctimas de accidentes de tráfico enferulados y entubados de pies a cabeza, inmóviles sobre una cama articulada, fría e impersonal, asimétrica y desconchada ; he oído quejidos y llantos tan desgarradores, tan intensos que, por momentos creí escuchar aullidos de lobos en los fríos y oscuros bosques con la única luz que una luna redonda, grande, llena; he paseado, libro en mano, entre los clanes rivales expectantes, que expelían rencor y venganza tras la funesta reyerta, entre cruces de miradas amenazantes que, a modo de cuchillos, podían cortar el aire por todos compartido; he convivido con la repetición constante y certera resultado de un tumor cerebral rozando la locura, mas he logrado mantenerme fuera del perímetro de la enajenación de manera casi milagrosa, he conseguido aunque a duras penas ganarle el pulso a la depresión aunque no he sido capaz -he de ser sincera- de mantenerme, como es costumbre, ajena e impertérrita ante el panorama de dantescas dimensiones aunque disfrazado de un cielo azul añil que pintorrea sus paredes, igual que el gitanillo desprovisto de familia ante el delito del coloreo a modo de grafiti callejero, en los fríos pasillos de la planta.
Después de sobrevivir, por decir algo, a las largas horas que crecen en la espera de la incertidumbre concentrada en las salas de espera, he visitado al padre, que, en su conversación de tú a tú, me ha dado respuesta a la primera de mis preguntas tras atravesar la puerta giratoria que separa este submundo del mundo real -o aquel que ocupa su lugar-.
Acaso he sido petulante al creerme fuera del perímetro, pero por lo menos no he tenido la necesidad de usar la red.
¿Qué cual era la pregunta? Pues era algo así como “¿Qué hacen esas redes ahí?
¿Qué cual fue la respuesta?Tajante, escueto, como aquello que deben evitar, pero eludiéndola, “Evitar el sufrimiento”. Fue su única respuesta.
Salí de allí a cuadros, como la red…
PS: De los del derrumbe, ni huellas, no quedó nadie.