Su cadena de atentados contra la vida no había sido más que un tremendo fiasco que no era capaz de ver. Había algo dentro de ella que no le permitía ni tan siquiera ver lo que aquellos pequeños explosivos comprados a un traficante virtual al otro lado de la red habían producido. Para ella no había ocurrido nada, aquel pedazo de desierto en medio de la gran ciudad siempre había estado allí.
Incluso la distancia del centro comercial con la casa actual de su todavía marido le parecía
inexistente. Su marido no existía: ella era viuda con dos hijos- ¿Dónde están mis hijos?, yo no puedo quedarme aquí. Son muy pequeños y debo cuidarlos ¿Puedo irme ya?.
El becario pecoso había decidido por fin, jugársela saltando las estructuras del poder y llamando directamente a la policía: “Soy becario del periódico y la mañana del atentado recibí un correo electrónico extraño, a lo mejor tiene relación”
La policía no tenía nada. En aquella ciudad nunca pasaba nada a parte de alguna discusión en la cola del supermercado, y en un mismo día se habían encontrado con una especie de explosión nuclear y un asesinato con arma blanca aparentemente sin relación alguna.
Los médicos no veían más allá de lo que la mujer presentaba: preocupación por sus hijos. Esperaban informes de la policía ya que se negaba, si es que lo recordaba, a informar sobre su filiación.
La falta de pesquisas policiales hizo que tuvieran en cuenta la llamada del becario.
Los médicos decidieron contactar con la policía.
El puzle podía comenzar a colocarse: aquella mujer bien podía ser la causante de todo ello, aunque no fuese consciente.
Hubo un instante en la comisaría en que Carlos creyó ver a su mujer. El policía que lo acompañaba en ese momento percibió el sobresalto del hombre que acababa de perder a su pareja.
En la comisaría se agolpaban muchas personas que no contactaban con sus familiares, sobretodo mujeres.
En la casa de aquella mujer se encontró un ordenador. Fue puesto a disposición del departamento informático de la policía. Aquel ordenador era un sirviente letal: en el se encontraron los contactos fuera del dos punto cero, el correo al diario y la dirección de una página de ofertas donde había comprado un cuchillo.
Carlos reconocía a su mujer, bueno, llevaban años separados pero ella no contemplaba el divorcio, solamente entendía que él era un poco niño y sentía la necesidad de buscarse alguna diversión.
La realidad era que hacía cuatro años él había rehecho su vida y había formado otra familia, que sus hijos pasaban todos los ratos que podían con su padre y con sus nuevos hermanos. Ese día, los chicos habían decidido ir a las rebajas del centro comercial. Querían comprar un bañador igual para los cuatro. Pero solo encontraron muerte. La que encontraron otros muchos y que había propiciado su propia madre.
«Lo pasado ha huido, lo que esperas esta ausente, pero el presente es tuyo»
Me sorprende, aunque no me extraña, habiendo tant@s comenabos, fals@s amantes de los animales defendiendo la caza del besugo y el gato tuerto, la hipocresia, cobardía y falta de apoyo hacia los colectivos antitaurinos…
http://superduque777.wordpress.com/2013/06/28/la-fiesta-nacional/
Gracias por tu comentario, y he de decirte que lejos de ser pura imaginación aunque no por eso desprovisto de ella, tiene muchas coincidencias con esa sorprendente «realidad» en la que nos vemos inmersos,
Salu2