Es cierto que mis caos se han convertido en una especie de ópera inconclusa, pero es que cuando uno no solamente se dedica a cazar inspiraciones resulta difícil por no decir imposible -tampoco es así- continuar algo con la misma idea que uno terminó al acabar la prosa anterior. En el papel nada es real de todo pero tampoco es mentira. Cada historia se inspira en algo que pasa en un momento determinado cerca de nosotros, sea un lapsus o una colección de encuentros.
Uno va caminando por la calle y se fija en la mujer que delante de uno se aproxima al contenedor de residuos. Observa que va arreglada, deduce que aprovecha el momento de salir -por la hora que es, seguramente al trabajo- para deshacerse de la basura.
También me fijo en algo que provoca una sonrisa en mi rostro que hoy, como en todos estos primeros días de este verano que no acaba de arrancar, se encuentra inclinado al suelo, víctima de mi aspecto cabizbajo.
Doblemente sonrío: Por un lado, por la contrariedad que significa ir mirando al suelo y fijarme en los viandantes que ocupan la calle, por otro, el detalle observado en aquella mujer, arreglada a nuestra usanza, en un típico “arreglá pero iformá”: luce un vestido de tirantes color blanco con zapatillas impolutas a juego, y va peinada con una cola de caballo. Lo que llama mi atención, son los tirantes de su ropa interior, de un color azul eléctrico, muy intenso. Me viene a la mente -y ahí es cuando la sonrisa me salta- los tiempos que precedieron a los sujetadores sin tirantes -no válidos para mujeres de senos generosos- tiempos en los que mostrar la ropa interior era poco menos que una muestra de dejadez, de persona poco pulcra, de indecencia pura y dura, vamos, un escándalo. Todos los vestidos se compraban en función de los tirantes del sujetador y si alguna vez no se conseguía tapar, unos imperdibles magistralmente colocados, se encargaban de que todo quedase en el lugar que le correspondía -debajo de la ropa-. Entonces… la ropa interior era otra cosa. Era un mundo que casi podría calificarse de tabú. Uno siempre compraba en el mismo sitio y a poder ser, lejos de casa. Era mejor explicar las intimidades a un desconocido y si quedábamos contentos, repetíamos.
Siempre prendas del mismo color, con el mismo corte -ese que te quedaba bien, que no dejaba marca, que te sujetaba: bragas bien altas, decentes y blancas, de bikini para las modernas, o para alguna niña, el tanga, cuando salió, era algo…
Me viene el recuerdo de un camping en tierras mediterráneas, unas mujeres observando las braguitas de colores que colgaban unas extranjeras, como las pusieron a las chicas, lo más bonito que les dijeron… no quiero recordarlo, una indecencia…
Ahora todo es más fácil. Enseñar un tirante ya no es pecado y todo el mundo ha salido ganando, unos en comodidad y los creadores, en todo un mundo que por explorar que la decencia tenía acotado.
Y bueno, y todo esto dio de sí, la mujer que de salida para el trabajo, tiraba la basura con un vestido blanco.
Y yo mientras, despreocupada de todo lo mundano, pienso en mis cuentos y en mis caos inconclusos, y en el revés emocional que puedo darle, quizás mañana. Hoy ya es tarde.
MARTIRIO, SEVILLANAS DE LOS BLOQUES, ARREGLÁ PERO INFORMÁ VER VIDEO
ISABEL, ANTES MUERTA QUE SENCILLA, VER VIDEO
Cómo diría mi abuelo: ¡ay señor, estas modernidades no las entiendo!
Claro, es mi abuelo, pero a veces, creo que tiene un poco de razón.
Saludos.
La verdad es que me he comedido un poco…
Si hubiese descrito literalmente lo que decían las coetáneas de mi abuela…
Salu2
¡Me lo imagino!
Salu2
Animado e ingenioso ensayo.
cuantas veces nos olvidamos de los detalles alrededor de nuestras vidas, la vecina que pierde el perro, la amiga o amigo que nos invita a salir y nosotros ni nos enteramos, y todo porque estamos inmersos en nuestra obra, y digo obra a cualquier cosa que hacemos como tirar un vestido blanco o intentar bajarle el bikini otra de nuestra vecinas y ni que decir si es que escribes una historia, pues nos perdemos en ella y de pronto vemos a nuestros personajes por todos lados y no lo podemos creer, pero supongo que es una forma de vida y a todos nos gusta la forma de vida que llevamos como también nos gusta quejarnos….
disfrute de tu entrada y desde luego de forma más egoísta que nada pensé en las cosas que voy dejando de hacer…
besos querida