Bastan unas copas de cava y unos aperitivos de alga nori para dar la vuelta a todo aquello que hace un rato, uno defendía con vehemencia.
Parece que el alcohol no siempre tiene efectos negativos, tanto así que hasta hace poco más de una hora y desde hace días se estaba contemplando la idea de sacar de su vida a aquella que desde hacía unos días se había inmiscuido en su tiempo, ya había comenzado a analizar la situación dando lugar a un a decantación del tema hacia el lado contrario.
Lloraba y se sentía culpable de algo que ni tan siquiera conocía hasta hacía poco.
No tenía culpa de aquellos episodios ni tan siquiera de las ramificaciones que habían derivado de ellos pero algo había empezado a cambiar: Era un ser humano y seguramente no deseaba estar así ni tampoco lo había buscado, en ráfagas de recuerdo volvían al presente aquellas imágenes de una mujer resuelta, bella y fresca, con larga melena y mirada clara y penetrante, de movimientos contorneados y firmes, se preguntaba donde había quedado, en que lugar del camino se había quedado dando paso paso a aquella mujer de tez blanquecina y aceitosa, al igual que los cuatro pelos que quedaban de su linda melena, igual también se preguntaba donde habían mutado aquellos movimientos excelsos convertidos ahora en un trote simétrico, monótono, que apenas la dejaba hacerse con el control de su persona, aquella obsesión por se atendida que quizá era una acérrima necesidad, y por la cual todos, sin excepción estaban errando en su respuesta. Todo era pura queja, intransigencia, intolerancia, inhumanidad en estado puro, un porque yo lo pago lo mando, una prepotencia avalada, dicen, por el derecho que da la moneda, como si ellos fueran mejores, su dinero fuese más válido su conversación fuera más interesante.
Alguno quizás lo siente así pero no lo es. Ella, con todas sus paranoias es una más dentro de la sociedad y hay que darle lugar a como sea lugar. Aquí no me vale decir que esto no es un psiquiátrico ni una oenegé, porque si esto vale, tendremos que empezar a considerar si ese derecho que creemos asumido de quejarnos de la mala gestión de los de arriba, es de recibo o somos igual que ellos. Y llegado este punto vale hacerse la pregunta: ¿y si te hubiera tocado a ti?