Seguramente debería pedir perdón al mundo por no hacerlo mejor. A pesar de los innumerables fallos, le gustaría advertir en su seguramente también, errada defensa, que si no lo hizo mejor no fue por dejadez ni falta de gana, sino porque por alguna razón, la naturaleza o quizá la divinidad -es difícil dilucidar, llegado cierto momento- no le dotaron de cualidad alguna.
El único bálsamo encontrado para asumir una supuesta felicidad, no fue otro que el de aprender a quererse y a subestimarse, a carecer de proyectos, de las emociones más básicas, dedicando todas sus energías a proyectos pequeños, o quizá grandes, como llegar al final del día, por ejemplo.
El equilibrio parece perderse en la inmensidad que se presenta ante sus ojos, como una causa perdida ante la humanidad entera, y no se da cuenta, que su error todavía es mayor, al no hacer quizá el último esfuerzo, el que le saque del infortunio en que se encuentra inmersa su vida, en el de salir de su mísero escondrijo y contemplarse desde fuera.
Me ha gustado mucho! 🙂