Lo cierto es que resulta muy que difícil hablar de la normalidad sin caer en todo lo negativo que su significado conlleva.
Hace ya unos días, en una conversación de barra de bar, no pude evitar poner el oído a trabajar, aunque esté feo. El maestro cervecero empezaba a incomodarse ante la afirmación de uno de tantos borrachos sin fronteras de esos que pululan de barra en barra hasta que el sueño los vence.
El maestro no quería entrar en discusión con aquel hombre que ya se encontraba en el trance de lengua espirituosa y que alardeaba ante el cervecero de las cualidades de la cerveza normal.
Una persona sobria con un mínimo de mundo en bares y cafés sabe sin duda a lo que me refiero cuando digo lengua espirituosa. Dicho estado es aquel que produce el consumo del alcohol justo en el momento que el usuario de dichos caldos deja de ser el propietario de sus expresiones y deja de controlar los convencionalismos -algo así como un efecto “suero de la verdad”, ese momento justo en el que un hombre le reconoce a la muchacha de turno que nunca la quiso, que no es más que una aventura o el objeto de una apuesta entre machotes y aunque en el momento la estocada es mortal, pasado el tiempo y con la sangre fría, la dama se da cuenta de la suerte que tuvo con aquella declaración; o quien no recuerda al empleado que se amargó ante la crueldad de un jefe desubicado, de estos que después de hacer sesenta horas a la semana no aceptan un esfuerzo tal y te tachan de vago, y tal afrenta la diluyen en alcohol consiguiendo el valor necesario para decirle al susodicho que se meta su trabajo en el agujero que más le duela, ya sea éste un ojo.
No seguiré, vuelvo a la normalidad cuyo significado ha propiciado este estado divagatorio.
Retomando la conversación del cervecero justo en el momento en que casi se convierte en un discurso, diré que me resultó tan impactante que no pude dejar de prestarle atención:
“¿Qué es normal? ¿Quién marca lo que es normal? ¿Porque mi cerveza es vista como no normal? No es por mi cerveza, de verdad, yo entiendo que no a todos tiene que gustarle, de la misma forma que no todo el mundo toma cerveza ni tampoco todos cocacola y no por ello se le dice que no son normales. Normalidad es una palabra fea, que lejos de unir tiene un significado excluyente. Ya sé que que la mentada normalidad no es más que lo común del poder de turno, como la cultura -si la hay- u otros detalles, pero cuando afectan a lo más personal se convierte en un término cruel.”
Días más tarde, mi oído ya maleducado, volvió a poner atención en una conversación ajena. La cosa continuaba entre barras, aunque en esta ocasión se trataba de un mostrador de atención al usuario de un centro deportivo.
Allí se daba información a unas mujeres, una de ella con un grado de discapacidad importante aunque no visible por inexpertos. Llegado un momento de la conversación, la señora discapacitada se refirió, hablando sobre unas tarifas, a las personas que no son de su colectivo como personas normales, a lo que la informadora le afirmó de manera rotunda “Disculpe señora, normales somo todos”, la señora asintió y siguió escuchando las indicaciones de la operaria.
Una vez terminada la consulta, la señora le dijo “Muchas gracias por su atención” y dando un paso hacia la calle se volvió y le dijo “Señorita, y muchas gracias por lo de persona normal, hacía tiempo que no me sentía así”.
La mujer del mostrador sonrió satisfecha.
Seguramente no soy única pensando en la cantidad de víctimas que tiene la dichosa normalidad, esa que unos pocos o muchos establecen según su criterio. No quiero decir, básicamente para que nadie diga o se sienta ofendido, que los criterios de normalidad en algún momento se crearon con malas -de eso, de lo malo y lo bueno y sus fronteras, también podría algún día, ponerme a dar vueltas textuales- intenciones, pero lo cierto es que lo normal, no es siempre lo correcto, aunque así, desde casi siempre, nos lo hayan hecho entender.
¿Qué es lo normal? ¿Esa horquilla en la que nos sentimos cómodos sin interrogarnos? Sí, supongo que lo normal no es lo correcto. Un saludo.
Buena reflexión compañero.
Un saludo