No puedo menos que dedicar estos minutos a todo aquello que no hice, a lo que pensé hacer, a los propósitos que un día hice, a todo aquello pendiente, en el aire, al alcance de cualquiera.
Ya hace un año de aquel último golpe de la vida, aquel que no hizo más que reconfirmar la cadena de errores que son algunas existencias, sobretodo aquellas que se llenan de actividad superflua, de oropeles sociales al uso, para tapar el cúmulo de miseria que amontonan en los rincones de su alma (Alma, ¡Qué bonito nombre para una mujer!, seguramente, si la prolactina hubiese hecho acto de presencia en mi existencia, una de mis hijas se hubiera llamado así, pero bueno, la realidad se aleja bastante de todos estos arrebatos hormonales, quizá sea por ello mi falta de afecto, mi desinterés, mi falta de calor humano)
En el invisible vaivén que es mi vida, donde casi a diario bajo a los infiernos y consigo escapar de ellos, eso sí, sin nunca rozar el suelo, pasar página se ha convertido en tarea ardua e imposible, no sé si por los numerosos libros abiertos -que debido justamente a esta mala costumbre, son cada día más- o por mi falta de voluntad, por ese dejarme morir en cada intento para luego agarrar de nuevo la vida en un último intento.
Medito a diario en la búsqueda de aquel primer error, aquel que sin duda dio lugar a esta cadena interminable de equivocaciones fatales donde una falta da paso a otra peor, donde no valen culpables, donde no existen responsabilidades, más que las que uno mismo se profiere.
En definitiva, esa labor pendiente, acaba por convertirse en un eficaz verdugo que te ahoga lenta y dolorosamente.
Salud!
Graciass