Hoy una amiga bonaerense se quejaba de los 20 grados de temperatura que disfrutaba -o sufría- según se mire, la Ciudad Condal. Los aires fríos se han convertido este invierno en suaves brisas primaverales, pareciera que en lugar del invierno, estuviésemos entrando en un verano, retardado y sin lluvias, con cielos sobredimensionados en la escala de grises y donde los atardeceres rojos presiden todas las horas que el astro rey ilumina el espacio.
Se alegraba de disfrutar de las calles, la brisa del puerto olímpico y el café en una de la terrazas de Santa Mónica aunque en el fondo sentía tremenda culpa por todos los cambios que estaban ocurriendo y entretanto se preguntaba si algo, no funcionaba bien.