Cuando mi auto pasó la revisión de marca este año y vieron los pocos kilómetros que tiene y lo bien que lo conservo, enseguida se lanzaron a mi yugular ofreciéndome una gran cantidad de dinero por él, muy por encima del precio de mercado, para colocarme un modelo nuevo en leassing, que es lo que mola ahora. Mi respuesta fue: “Mi bebé rojo no está en venta, estoy enamorada de él”, a lo que el vendedor me respondió un triste “De acuerdo, veo que lo tiene muy claro, disculpe la molestia y siga confiando en nosotros”.
Dirán que si hay que hablar de ciudades que a qué viene que empiece hablando de coches? Tienen razón y al vez, no. El coche o la ciudad no es más que el objeto directo de sentimiento. Hasta hoy, cuando Jet me preguntó sobre la ciudad del futuro, pensé en mi ciudad y su maravilloso trazado del Eixample, maravilloso, excelso, para mí lo más.
Todo cambia, la vida cambia y las necesidades de los habitantes también. Posiblemente mi ciudad perfecta mantendría el trazado original de Cerdà, pero diferenciaría claramente y con ordenanza municipal por delante, los usos de las manzanas: Solo residenciales, solo turísticas, solo lúdicas, solo educativas, solo sanitarias, solo empresariales (de hecho, a estas las enviaría a los polígonos junto con los servicios industriales –los que todavía quedan- y logísticos. Todos los usos separados por manzanas verdes para el disfrute de los ciudadanos.
Y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho, como dice mi amigo de Antena Historia, Antonio Cruz.