Hoy he cumplido con mis deberes de ciudadano y me siento bien.
Me siento bien porque considero que el voto es condición sinequanum para después quejarme.
Si no se vota, uno es en parte responsable, sobre todo, de lo fatídico, de lo políticamente incorrecto.
Al final, de la mísma forma que dejé de lado el traje que cuando era una teenager pensaba ponerme a los 35, para decantarme por un candidato, he vuelto ha hacer lo mísmo.
He sido fiel a la mechi de siempre, he dejado los trajes de lado.
También he apartado de la posibilidad de ir al sobre, a todos aquellos que su discurso me ha sonado falso, intolerante, ansioso de poder, disuasorio.
Cuando uno excluye todas esas tendencias, la cosa se pone difícil.
Pero bueno, como siempre digo, mañana será otro dia.
Mañana podremos ya quejarnos, comprobar que hemos sido los únicos del pueblo que hemos votado al señor aquel…
para mí era ridículo todo, yo prometo una cosa, él promete dos cosas, aquel promete algo más que dos cosas, parecía de chiste. Siempre pasa igual. Excepto el que desentona por su originalidad, como hacerlo todo delante de un notario. Este acto me ha hecho desconfiar más, es como si se pusiera en evidencia de que solo hacen que decir mentiras.