Pasadas veintiocho lunas, sus ojos comenzaron a llorar nuevamente. Pero ahora era diferente, las lágrimas eran fruto de la alegría incontenida que su corazón albergaba. Por primera vez en mucho tiempo empezaba a tocar tierra de nuevo. Volvió a recordar aquella típica frase olvidada que dice que hay personas que te hacen creer de nuevo en la vida. Y volvió a creer. Y sin pensárselo puso en práctica lo que escuchaba del compañero, giró su nunca perdido valor aunque si maltrecho, y empezó a recibir lo que nunca, aun sin saberlo, creía que había perdido en el tiempo. Y al compañero lo consideró ya, amigo, porque con su dedicación ha conseguido lo que ya estaba dado por perdido: Recuperó su bien más preciado, aquello que en un intento un día dejó extraviado en algún punto del tiempo. De repente muchos recuerdos buenos han vuelto, y con ellos un nuevo futuro se ha abierto. Gracias compañero.
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