Claro que no estoy bien.
Por mucho que me esfuerce llega el momento en que uno desfallece. Cuando eso ocurre pienso en ti y en todo lo positivo que consigues transmitirme, y necesito tu ayuda, pero no te la pido. No debo pasar la línea. Ni tan siquiera me planteo lo que tu pienses al respecto. Tengo muy claro que no quieres que entre en tu vida, me lo dijiste el primer día. Pese a eso, estás ahí, y no me has decepcionado nunca, cosa que pocos pueden decir.
Y te hablo todo el día, te he convertido en la voz de mi conciencia. Y siento tu cara junto a la mía. Y no se porque me pasa esto. Y tampoco quiero saber la respuesta, huyo de ella. Supongo que como de todas las cuestiones de mi vida. Es mi historia.
Y sigo pensando en llegar al fondo, en los porqués, y el miedo se apodera de mi.
Y sigo escuchando música que se clava en mi corazón y lo exprime en lágrimas negras que brotan en lo más íntimo de mi.
Y sigo con el corazón escondido, ausente de vida, protegido de todo lo que fuera ocurre.
Y sigo pensando todo lo que pudo ser y nunca fue.
Y vuelvo a ver “Esplendor en la hierva” y “Nueces para el amor”, y no quiero poner rostro a los protagonistas, ni a las razones, ni tampoco a las culpas.
Soy la única culpable. De todo lo malo que ocurrió. Todo ello solo lleva mi nombre.