Parece que este fin de semana está movidito… Después del viernes, día en que mi corazón pasó en cuestión de horas de una sensación de paz conmigo mismo a protagonizar unos de los episodios más galopantes de su existencia, casi me atrevo a pronosticar que los accidentes basculares no serán los responsables de, llegado el momento, ayudarme a abandonar este mundo.
He ahí de nuevo, aunque de manera diferente, el que por mi cabeza pase otra vez la pregunta ¿corazón o pizarra? Pero bueno, ahora no pienso en una pizarra como dispositivo almacenador sino como objeto duro y resistente -puntualizo que, la pizarra que visualizo, es una de aquellas que se pintaban de verde oscuro, casi negro, en las aulas de enseñanza no una de estas portátiles que antes de utilizar las pizarras blancas, paseaban de reunión en reunión, manchando de tiza a todo aquel o aquello que por hache o por be, rozaba el artilugio.
Aclarado esto, continuo con mi movidita. Después de tal sublime experiencia vital, donde uno descubre que aveces, aquellos especímenes que buscamos en los montones no son más que antiguos corazones heridos que se echaron a la mala vida, un sentimiento de comprensión entra en escena. Eso de sentimiento de comprensión me hace pensar, me hace dudar y es cuando uno llega a formularse la pregunta ya presentada con anterioridad ¿corazón o pizarra?, o también ¿corazón y pizarra?.
Esta si que es buena. Resulta que cuando uno ya se había convencido de la inexistencia de su corazón – básicamente para asegurarse de que no se lo van a volver a lastimar – y el que diga que no, que sea valiente y aproveche para empezar a no engañarse- comienza a pensar que sí, que en algún lugar, dentro de él, late un corazoncito. !Sape, gato!
Otra duda que me asalta, es aquella ¿con quien usas que?, ya que a lo largo de mi vida, he venido observando, que sí, que no podemos llegar a todo el mundo con el corazón, que tenemos que ir barajando posibilidades sobre el hecho de utilizar el corazón, la pizarra, las hormonas o lo que se tercie, a la hora de brindarnos a los demás. De la misma forma que cada uno de nosotros somos únicos, nuestro trato, nuestra relación, con el resto de los semejantes, nunca puede ser igual -algunos simplifican todo esto con el término feeling, otros hablan de química- aunque yo no los veo del todo acertados, sobretodo porque son palabras que pueden dar lugar a interpretaciones erróneas, que más tarde o más temprano, pueden acabar por darnos un disgusto gratuito, acabando por romper aquello que nunca debió romperse o incluso, aquello que siempre estuvo roto.
Hola, me gustó tu post. Hace mucho que no pasabas por mi blog, me da gusto que lo hayas hecho ¡bienvenida de nuevo!
Un abrazo de luz