Hay cosas que solamente deben hablarse, verdades que solamente en la cara y sin más testigos que los protagonistas deben decirse, palabras solo hoy de manera extraordinaria van escribirse. Y preguntas, muchas preguntas…
Una semana densa, llena de reencuentros, de recuperar personas importantes en mi vida y de volver a sentir…
A sentir, nada más.
Volver a la gran ciudad, recorrer de nuevo sus calles, hacer unos céntimos de toda una vida transcurrida, volver a aquel restaurante donde un día sellamos nuestro amor, reencontrarnos con la muerte, aquella que nos priva de algunos de los nuestros, en aquel camposanto de balconea sobre un mar Mediterráneo que se balancea al paso de cruceros gigantescos.
Y ellos estaban conmigo, y yo con ellos. Viviendo unas horas en una nube de hormonas que se entrelazaban felices en una atmósfera cargada de un aire que no creí volver a respirar jamás.
Y eso no fue todo. En mi aquí y mi ahora, sin buscarlo, me voy recomponiendo de lo que queda de mi misma. Aquella trialidad que divide mi persona se refuerza en pro del corazón, que sin que se note, empieza a trabajar de nuevo, a vivir sin culpas, a sentir sin miedo. Vuelvo a pensar en las cosas con su nombre, sin sobresaltos.
Y si mañana, por decir algo, tengo que ser la protagonista de algún comentario… me dará igual, porque además de disfrutarlos a ellos, me quiero a mi misma.