Quizás no sea más que el resultado de un corte de alas tras otro. Quizás por esa razón uno ya no se para a pensar, a soñar, en lo que quiere ser o hacer de su vida, una vida carente de proyecto donde solo el presente, el aquí y el ahora y sus versiones más inmediatas tienen lugar. Uno no siente como propio el derecho o quizás obligación de hacer planes, uno tiene demasiado miedo aunque no lo vea nadie, mientras se presenta ante el mundo como el más pragmático de los mortales. Y su vida es triste, vacía, carente de los verdaderos afectos del ser humano. Los capitales son sus objetivos, su costumbre, el resto no existe y si un día le sale el corazón, para eso tenemos la pantalla, esa que nos hace tanto bien, que por un momento nos recuerda que aunque hagamos caso omiso, sentimos, y que como arma de doble filo, también nos hace sentir desgraciados, débiles, cobardes… Pero no lo sabe nadie, siempre queda entre ella y yo…