Algunas personas tienden a somatizar las emociones, convierten aquello que su ático procesa en episodios biológicos de manera casi instantánea.
Todos hemos escuchado o leído en alguna ocasión que después de un periodo de estrés, nuestras defensas bajan y somos más vulnerables a las enfermedades, pues ahí voy, a esa relación para la muchos de los de a pié, inexplicable.
Hace unos días leía un texto sobre la depresión que decía así:
«La depresión no es un signo de debilidad. Es un signo de que has estado tratando de ser fuerte por demasiado tiempo. »
Por supuesto que la depresión no es un símbolo de debilidad, pero tampoco se puede afirmar que esta sea el resultado del trato con un ser más fuerte. Tenemos múltiples ejemplos en los cuales ilustrarnos. Seguro a todos conocemos personas que han padecido cáncer (y pongo este ejemplo, porque creo que debido a su sintomatología es más gráfico, más fácil de ver -que no quiere decir entender-) . No dicen «el consumo de tabaco, alcohol,… produce cáncer» pero todos conocemos personas que jamás lo provaron y murieron de esta enfermedad; también tenemos el caso contrario, personas que fumaron como chimeneas y que destilaron alcohol toda su vida, y murieron teniendo una vida longeba y sin complicaciones.
Con la depresión ocurre igual, hay personas que son machacadas toda o gran parte de su vida por seres más fuertes -o, seamos claros, malos- y pese a ello no se dejan caer en ese letargo que supone la depresión, muy al contrario, luchan por llevar una vida ajena a todo lo malo que les ocurre, y en ocasiones, -y esto ya es de guiness-, se dedican a esparcir felicidad a su alrededor, no queriendo ver que ninguno de aquellos que le rodean pueda ser víctima de lo mismo.
Las vivencias son solo desencadenantes. De la misma forma que se habla del gen de la adicción, en el caso de las depresiones se habla -ya en términos psiquiátricos- de un funcionamiento inadecuado del sistema límbico, y también hay que contar con los factores hereditarios.
En pleno siglo veintiuno, cuando parece que ya todos sabemos de todo y hemos ido y venido muchas veces, resulta paradógico como todavía ciertas enfermedades continúan siendo un tabú, o como mucho, son tratadas en nuestras conversaciones cotidianas como caprichos, como síndromes de personas voluntariosas, de manera escepctica, como si negando su existencia, erradicásemos el mal.