No entendía porqué aquel hombre la atraía, no encontraba explicación. Era un hombre totalmente corriente y ella era del tipo de mujeres que acostumbraba a buscar especímenes extraños entre el grueso masculino. Lo único a lo que aspiraba obtener de un hombre era sexo, nada más.
Los tiempos en que tener una pareja, alguien con quien compartir su vida, habían quedado en el pasado, en un tiempo tan lejano de su vida que ni tan siquiera ella recordaba, parecían no haber existido nunca.
Se sentía social y personalmente estigmatizada. Sus constantes visitas al psicoanalista así lo afirmaban. Los diferentes profesionales a los que había recurrido solamente habían hecho disminuir su cartera, nunca su estigma.
Quizás en aquellas memorias que un día tras años de silencio decidió escribir, quedaron borradas en el pantallazo azul de la muerte porque no debía escribirse, como oscuro presagio de condena eterna, de una afirmación infinita, de una negación a la propia vida.
Reescribir la historia, era su única salida. Aquella mirada, la del hombre corriente, podía tener la llave a la felicidad perdida, pero claro, ella no lo sabía. Apostar de nuevo, pero de forma diferente, era la contraseña, el paso al cambio…
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