De todos aquellos que me conocen es sabido que, en mi opinión, si Dios fuese escritor, sin duda su nombre sería Arturo, Arturo Pérez Reverte, que no lo dude nadie. Y ¿qué como oso hacer comparaciones?, pensaran algunos, y más, en estas fechas especialmente sensibles para la horda religiosa.
Y es que lo siento así. Porque parezca mentira, también siento, de vez en cuando. Esta mañana leía su parábola sobre el Titanic, donde de forma maestra, como siempre, utilizando la historia de tan ilustre embarcación, explicaba a todos los públicos de manera gràfica, clara y concisa, esta crisis en la cual estamos inmersos. Y en su manera de explicar, sin buscar el recuerdo, volvieron a mi cabeza imágenes de aquellos tiempos en los que yo, siendo todavía una niña, escuchaba a las hermanas teresianas, explicarnos las parábolas del Evangelio, mediante prácticos ejemplos acordes con nuestras cortas edades en aquellos tiempos.
Os invito a leerlo.