Era sábado y ya contaba los minutos que me quedaban para terminar el trabajo y llegar a casa.
Esa noche había quedado con los amigos en el Parchís. En aquel tiempo, yo tenía una botella con mi nombre en aquella discoteca, lo que equivalía a ser un cliente vip o algo parecido, pero eso si, pagando. Por eso, porque consumía y pagaba, era por lo que el dueño me tenía en consideración.
Me encontraba con mis amigos en la barra mientras hacíamos la revisión ocular de rigor. Esa noche había muchas más mujeres que el otros sábados y para colmo, muchas de ellas eran modelos. Y es en una de las salas reservadas de la discoteca, había un desfile de modas. Con la excusa de ir al baño, entré en una de las salas reservadas para el evento, allí había montada una pasarela en alto y los técnicos terminaban de cuadrar los tiempos.
Yo saqué mi paquete de Winston americano, el de los días de fiesta, y me senté en uno de los sillones rosas de grandes dimensiones que amueblaban la sala. Me encendí mi cigarro, y escuchaba la música mientras aspiraba el humo del cigarrillo con los ojos cerrados, sintiéndome Dios, o algo parecido.
De repente, una voz femenina interrumpió mis sueños por el Olimpo:
Hola, ¿qué haces aquí? -me dijo.
Abrí los ojos. Ahora sí, ahora era Dios. Una rubia espectacular, con ojos color zafiro y unas curvas para derrapar en seco, se había sentado a mi lado, en el sofá rosa, y me estaba hablando. Yo, para asegurarme de que era conmigo, hice un barrido visual por la sala: en ese momento estábamos solos, no había nadie, ni clientes, ni trabajadores.
Yo, que soy un tío educado, y aún con una poca de incredulidad, le respondí:
Pues mira, aquí con unos amigos, me he venido a descansar del ruido un rato.
Oye, y ¿qué tal te va?- me preguntó. La rubia espectacular estaba intentando ligar conmigo. Diossss, ¡qué lástima que mis amigos no me estaban viendo. Yo, el Carles, ligando con tremenda mujer, y sin esfuerzo. Ni yo mismo me creía lo que estaba ocurriendo, incluso en verano, cuando el pueblo se llenaba de inglesas y alemanas, teníamos ellas y yo, cierto reparo, por así llamarlo, en consolidar relaciones internacionales. Pero esa noche estaba triunfando. Y mis amigos sin verme…
Bien, bien- le dije mientras miraba su largo y lento cruce de piernas.
¿Qué tomas? -me preguntó
Whisky con cocacola- le dije completamente embobado.
Voy a la barra, espérame aquí, me dijo.
¿Qué me estaba pasando? Me pellizcaba una y otra vez para asegurarme de que no estaba soñando. La rubia me estaba invitando a una copa. En la espera, veo a un primo mío, que se acerca y me saluda.
¿Qué pasa Carles? ¿Cómo estás? ¿y tu madre?
Todos bien, gracias y tu ¿qué haces aquí?
Pasan ropa de mi tienda. Por lo menos hace diez años que no nos veíamos, eras un crío…- me respondió.
Oye, es que estoy con una chica, luego nos vemos…- le dije, mientras que justo, antes de terminar la frase, llega la rubia con los vasos en la mano.
De repente, mi primo empieza a reírse a carcajadas. Yo, en mi mundo y acordándome en malos términos de sus antepasados -pero no de los que teníamos a medias, eso nunca- empecé a enfadarme, cuando veo que mira a la rubia y me dice:
¿No me dirás que esta es la chica? – yo asentí, ruborizándome – ¿Es que no recuerdas a mi hermana?
¡Tierra trágame!, era lo único que pensaba mientras pasaba la… no sé vergüenza o… desilusión, más grande de mi vida, hasta entonces…
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Me encanta esta historia, creo que a mas de uno le podría pasar, lo bueno seria que después de 30 años se encontraran otra vez y lo recordaran, que también podría ser. jejeje.
Nos pondremos a ello.
Muchas gracias