Lo único bueno, bueno, ejem, ejem… Comencemos de nuevo:
Si toda esta aventura ha tenido un par de cosas buenas, dentro de lo malo, naturalmente, una de ellas ha sido su rápido desarrollo y por lo tanto, el poco tiempo invertido, la otra sin duda ha sido el desengaño sufrido.
Esto del desengaño pudiera dar lugar a ideas un tanto tristes o depresivas, pero he de aclarar que nada de eso debe relacionarse con este asunto ya que, durante esta vida mía, esta que me tocó en la rifa hace más de cuarenta años, eso de los desengaños forma parte activa del modus vivendi, de mi experiencia diaria vital, por lo que, y supongo debido a ese gran apego que le tengo, digo yo que lo lo del apego será por la cantidad de años que ella -mi vida, aclaro- y yo llevamos juntos, porque si tuviese que tenerle apego por las alegrías que me da, en alguno de aquellos ensayos adolescentes supongo que habría abierto el gas con mucha más potencia y todo haría ya mucho tiempo, seguro habría terminado. Claro que, en esto también hay excusa, como no, ¿Cómo se va a suicidar uno metiendo la cabeza en el horno -que ordinariez- pudiendo hacerlo como el gran Séneca -con un buen veneno y sumergido en un baño relajante, hasta que se relajó del todo, con elegancia-. Y bueno, dejando de lado el suicidio, ya que si de algo puedo presumir en esta vida -de momento- es del hecho de ser capaz de levantarme cada vez que caigo, de reinventarme cada día -básicamente para no aburrirme a mi misma, para que el hastío no entre también a formar parte de esta vida mía -aunque claro, también creíame yo… por cierto, creo que me he desviado un poco aunque creo que, a modo de introducción ha quedado redondo, ya que hemos quedado justamente en el punto donde el desengaño se convierte en descripción bastante exacta de mi vida. ¿Qué porqué?
Pues porque en estos últimos días he descubierto que, durante mucho tiempo, he vivido engañada, y lo peor de este engaño es que yo misma he sido la protagonista de tal desatino: Durante décadas me creí -ilusa yo, como siempre- una, cuanto poco, agitadora social. Tal era mi convencimiento, después de mi entreno durante años de trabajo frente a un personal variopinto al que con la maestría propia de un maestro de la escena, capeo cada tarde en mi salida al albero, no ha sido suficiente, ya que ha bastado un simple cambio de método para comprobar, una vez más, que volvía a equivocarme, que de de agitadora social nada, que como mucho, como todo lo que hago, puedo aspirar a ser una aprendiza de agitadora social, nada más, y si no, que le pregunten a la horda del pajarito azul, que pese a dar leña de manera casi incontrolada, no hay bicho viviente que me siga o me replique.
Visto lo visto, de tanto en tanto continuaré ensayando eso que parece ser que, como me gustaba, confundí en gusto con la capacidad, aunque he de decir que, una vez todo aclarado, la vida continúa, sigue igual, como decía Julito y como yo también digo a menudo, que la vida es la misma, desde que el mundo es mundo.
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