El óvalo casi perfecto de su rostro, parece diluirse como reacción a todo aquello que acontece. Es mucha la carga y las fuerzas propias pierden terreno ante la inoperancia ajena que, casi consigue rebasar sus límites. A punto están de estallar como cataratas de diamantes que emergen en el cráter completamente azul de su mirada, la rabia contenida sobre el mundo, sobre el cercano y el lejano, sintiéndose una pequeña parte, un futuro daño colateral dentro de la quiebra de un sistema global, donde ella ha contribuido con creces mientras los entes cercanos pancean a su costa y a la de todos, creyéndose merecedores de agasajos conseguidos por el trabajo ajeno, mientras ven desmontarse todas las estructuras creadas prestarle la mínima atención, sin darle una mínima importancia, sin darse cuenta que sus logros personales no son tales si no contribuyen de alguna forma al progreso del sistema, que no son más que alhajas innecesarias que quizá adornen alguna pared baldía, con alguna dueña desabrida y egoísta, vacía y sin sustancia, de vida fácil, incluso disipada, de esas que estos últimos años la vida se ha encargado de sembrar y que sirven para poco más que para dar una lección de pedantería, mientras los otros, cada día, sacan el tajo adelante a costa de ellos mismos y en pro de ese sistema que ven desmoronarse.
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