Desde la primera confesión sentí la necesidad de sacar todo aquello que me estaba oprimiendo. Algunos me notaban algo extraño pero nadie, ni las personas más cercanas a mí, tenían ni por un asomo, una ligera idea de lo que había pasado en mi vida.
De repente, de la noche a la mañana, descubrí que la paz de mi casa se había alterado. Empecé a buscar culpables de manera inútil, no existían.
Era yo y únicamente yo el responsable de toda la situación que estaba viviendo. Todo había terminado por desbordarme y había llegado un momento en que había rebasado no solamente los límites de mi torpe existencia sino las paredes de mi casa, llegando incluso a mi entorno laboral. Algo no iba bien y no ha había manera de arreglarlo principalmente porque yo negaba las evidencias.
Empecé a comportarme de manera extraña. Dejé de salir con mis amigos y busqué escusas para ir todos los fines de semana a la casa de Calella. Siempre buscaba alguna avería para desaparecer de casa. Y es que allí estaba ella. En la casa de al lado, vestida con su sari de lino ocupándose de sus plantitas. Tenía -de hecho tiene, porque no ha muerto- treinta años menos que yo, irradia vida, es como un torbellino de colores que visita el jardín tras la cocina. Y yo, desde la ventana , haciendo otra vez el que arreglo el fregadero, me quedo ensimismado mirando su movimiento de caderas mientras riega. Y así, un fin de semana tras otro, como si no hubiese pasado nada entre nosotros. Yo me hago el moderno, el despistado -tanto tanto, que parece que nada me ha pasado- mientras la realidad es que en mi corazón una herida abierta sangra más que nunca al mirarla tras el trabajo, quitarse el sari y ducharse desnuda, en medio de jardín, con el único reflejo que aquel que da la luna.
A nadie, y el que diga que sí es mentira, le dan con una puerta en las narices y no le causan herida. Evito a todo aquello que a mi alrededor se menea, evitando el riesgo de caer en la verborrea. Tan fácil que nos parece aveces la vida, sobretodo si se trata de la ajena, y yo, que vengo de vuelta de todo, estoy aquí, engañando a mi familia, a mis amigos, a mi persona entera, haciéndome el que vivo mi mejor momento, el que ya no puede recibir sorpresa, el que todo está perfecto, aunque la realidad, es que todo es una mierda, que de nada me ha servido lo vivido, y que estando con otra me muero por ella, y lo peor de la historia, no es ni tan siquiera, tras la confesión, la patada y la vergüenza, el tener la certeza de que prescindiré de sus besos, sino la mentira que me cuento, a mi mismo, para más señas.
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