El atentado se produjo sobre las diez de la mañana. El edificio se encontraba a rebosar, era el segundo día de rebajas. Las tres plantas se habían convertido en un amasijo de hierro, cemento y restos humanos.
No se escuchaba nada, el tráfico de las calles adyacentes había sido desviado y los curiosos habían sido superados por el miedo, apenas el sonido de las pisadas de bomberos, sanitarios y policías, que buscaban en silencio, sobrepasados ante lo dantesco de la escena. Habían venido a sus cabezas las imágenes de otros atentados, pero no era lo mismo que contemplar la escena en directo, esta vez no solamente podían verla, podían también escuchar el crujido de los cascotes del edificio tras las pisadas de algún compañero, oler la mezclar de acero y vísceras latente y a la vez invisible. En voz baja trazaban la estrategia, era obvio que allí no quedaba un alma, solamente trozos de cuerpos desamparados de ésta.
En la televisión podían contemplarse las imágenes dantescas que mediante las cámaras ubicadas en la calle quedaban registradas. Los periodistas apenas articulaban palabra, habían quedado parcialmente enmudecidos.
A la redacción de uno de los canales más críticos con el sistema, momentos antes de la explosión había llegado un mensaje que todos, incluida la policía estatal, habían dado por obra de alguien con afán de protagonismo – apreciación correcta- y que no suponía ningún peligro –gran error-
Todo había sucedido con rapidez, pero la respuesta de los políticos superó todas las velocidades. Enseguida se desplazaron a las inmediaciones los representantes políticos de todos los colores que se encontraban en la ciudad con su séquito de informadores y equipos de transmisión. Todos condenaban los hechos, aunque ninguno tenía información previa, aunque no podían desaprovechar el filón que suponía dar soporte a los afectados en aquellas circunstancias.
Mientras eran millones de personas las que se contaban expectantes de novedades acerca de lo sucedido, las líneas telefónicas quedaban colapsadas ante la comprobación del estado de sus seres queridos. Todo era un caos.
Un desconcierto que los más avispados aprovecharon para hacer campaña de alguna forma: unos alardeando de la eficacia del sistema en curso, otros para hacerse eco de sus deficiencias; ambos en su propio provecho, ninguno mirando realmente solucionar el caos reinante.
Cuidado con el sitio «VIVA», ¡¡¡ TE COPIAN LA CONTRASEÑA. !!!
como?
Sale un letrero que te pide que vuelvas a introducirla.
Muchas gracias