A decir verdad, era esa casualidad inexistente la que aquella tarde hizo que te encontraras en la cocina de casa. No se si fue la ley de la atracción, esa que algunos mientan, la cuestión es que cayendo un sol del carajo y viviendo yo al límite, cercana a la última frontera del pueblo, y a más de media hora a paso de marcha del centro de toda perversión.
Perversa me sentí al verme pensando en ti en aquellos términos, justamente a ti, que te había jurado de todo en esta vida menos sexo eterno…
Claro que, ese juramento había sido básicamente una cuestión de principios, una aclaración que quizá más que eso era un elegante mecanismo de defensa -no ante ti, que se que no hace falta por más de cincuentamil razones, sino para mi a veces, mente calenturienta en aquella guisa imaginaria-
Ni que decir tiene que una vez despierta, en los primeros instantes de conciencia matutina, un halo de duda quedó registrado en mi caja negra. Por un instante, no tuve la certeza de que lo vivido en esa tiniebla nocturna fuese el reflejo de mis verdaderos anhelos o simplemente una mezcla sin sentido de todas las historias que últimamente han entrado a formar parte, de alguna forma, de mi conocimiento.
¿Porqué razón habías atravesado el parque a las cuatro de la tarde y bajo un sol algo más que generoso -empalagoso, para ser más certera en la definición-, te presentas en mi apartamento, sin avisar, sin un wasap para que me de tiempo a componerme, a vestirme con algo decente por lo menos?
Veo que lloras, yo sé que estás pasando un bache,pero eso, como lo de ir al baño, nadie puede hacerlo por uno. Yo quiero ayudarte mas ¿qué puedo hacer yo? Tengo muy claro lo que en estos momentos necesitas y estoy convencida que justamente es aquello que en mi declaración de intenciones para con tu persona, quedó al margen.
Y claro, yo soy zorra vieja y vieja zorra, y aunque mis ocupaciones, operaciones y decisiones siempre vayan de acuerdo con esa señora dentro de la cual vivo, también tengo hormonas -que a menudo se sublevan y me hacen pasar más de un mal rato, sobretodo, de esos que uno cree viajar a los infiernos sin ser consciente que de allí no se vuelve-
Y en el calor del infierno y de este largo y cálido verano de noches suntuosas, al estilo de Faulkner o Fitzgerald, navego en mis sueños en mareas que jamás de otra forma me veré inmersa, aunque la culpa hace eco hasta dentro de este sueño, mi sueño.
Cuando te abro la puerta, me abrazas y noto como tus labios se desplazan por mi cuello de manera desesperada. Ni tan siquiera has dado tiempo a un saludo informal, ni a una leve sonrisa, ni a saber si estás dentro de una zona y horario de seguridad. A la vez que miedo siento excitación, no solo de lo que estoy viviendo, sino de la situación en general. El momento se alarga de manera casi milagrosa y yo continúo sin entender nada, la temperatura sube de manera estrepitosa o a mi me lo parece, siento que me ahogo entre un mar de fluidos que se crean para la ocasión mientras mi mente reclama que la temperatura se haga soportable y de repente, tu y yo nos encontrábamos dentro de uno de esos frigoríficos del tamaño de una lavadora, escarchados en una sola pieza, fundidos en un helado abrazo…