Pareciera que en estos últimos tiempos alguna fuerza se empeña en ensombrecer muchos de los logros del ser humano.
Me encontraba leyendo uno de esos suplementos dominicales que aportan los periódicos, – el Xlsemanal, lo digo por si alguien tiene interés en ojearlo- un artículo sobre Lewis Carroll. En él, con mucho cuidado, casi, podríamos decir, con la sutileza de la publicidad subliminal, que este pudo escribir sus obras bajo los efectos de alguna droga. Nos ilustra con detalles de Alicia en el país de las maravillas y nos dice también que, en aquellos momentos el consumo de opio y láudano no estaban penalizados.
No es la primera vez que una excelencia humana se relaciona con los estupefacientes. Todos conocemos músicos de los que se ha dicho que sus obras maestras fueron creadas bajo el efecto de algún narcótico. Son numerosos los escritores amantes de la nicotina y el alcohol.
Fuera de ámbito creativo e intelectual, podemos encontrar en el grupo de deportistas una gran muestra de lo mismo. Son muchos los que anteponen su salud a la mejora de una marca, al momento de gloria del trofeo o la medalla, al aire que se respira desde lo más alto de podium…
Es obvio que muy al contrario de penalizar, no es más que una lucha de criterios lo que me lleva a reflexionar sobre todo esto. Por un lado tenemos el problema legal que en un momento determinado puede representar, y que siempre dependerá de las leyes vigentes.
Yo entonces me pregunto si también entraremos en un conflicto de criterios, no solo de intereses económicos que está claro. Yo me inclino por defender una igualdad de criterios para todo: Voy ha intentar explicarlo mejor: Si una ley no tiene carácter retroactivo de aplicación e incluso los delitos prescriben, ¿porqué tengo la impresión que ahora se intenta penalizar y desprestigiar no solo lo que ahora esté en vigor y por tanto en derecho, sino también todo aquello anterior?
En el caso del consumo del tabaco, hemos pasado de relacionarlo con el momento de relajo a protagonizar el más pérfido de los personajes. Un desmemorización colectiva acompañada de gran dosis de ignorancia está llevando a estigmatizar a una gran parte de este colectivo, a tratar de convertirlo en poco menos que un lastre social, una pesada carga para las maltrechas arcas de la sanidad.
Por otro lado, a modo de tenue realidad, se nos deja caer la idea de que la excelencia humana no es más que fruto del vicio, que ni se nace ni se trabaja. Peligrosa idea ésta, patria convertidora de apátridas, de parias sociales, descastados convencidos de que nada vale la pena, carne de cañón para las caprichosas maniobras del poderoso, masa manipulable tal plastilina de parvulario, ese que en el fondo jamás dejan y los deja estancados en eso, mientras otros manipulan a su antojo y estrujan tal rastrojo a cambio de mayor provecho.
Es triste pero todo se reduce a eso, a dinero.
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