Llegado el momento, se dio cuenta que llevaba toda su vida enamorada hasta las trancas de aquel con el que compartía espacio vital desde los tiempos de la niñez.
Ahora bien, el hecho de acabar reconociéndolo, fue casi más doloroso que la sucesión de años en soledad. Y es que ella estaba sola porque con aquella unión, obtuvo todo aquello que la mayoría anhelan y que para bien o para mal, no coincidían en nada con sus deseos. Y recordaba aquello que le habían dicho: que si aquello era familia, que si era proyecto, que si tal tal que si pascual…
Entonces pensaba que esos no eran sus motivos, que ella solamente había aspirado a un dar y darse, nada más. Al principio fue duro adaptarse a una vida que no era la suya ya que en nada se correspondía a lo que ella siempre había soñado. No eran pocas las veces en las que por su cabeza poner fin a todo de una puñetera vez: pensó en tirarse por la ventana pero ese tipo de muerte resultaba demasiado ostentoso para alguien que llevaba tanto tiempo viviendo como una sombra; conseguir somníferos se había convertido en ardua tarea – las farmacias, pese a ser víctimas de las arbitrariedades del poder reinante, continuaban aplicando la ley, esa misma que les había puesto la soga al cuello-; también podía ahorcarse, pero para hacerlo con elegancia debía hacerlo en el campo, que poco tenía que ver con ella. Se dio cuenta también de que no era necesario quitarse la vida pues ya estaba muerta. En sus reflexiones no buscaba culpables -ella tenía la culpa de todo aunque no era capaz de acertar en que momento de su “vida” había cometido el error que la había llevado a ser protagonista del papel mejor interpretado, tan bien que nadie se dio cuenta jamás de ello. Nadie.
Y durante el tiempo que duró su estancia entre nosotros, jamás nadie la vio derramar una lágrima ni fue consciente del drama de una vida carente de lo único que para ella era importante.
Desde muy pronto, se acostumbró a vivir entre las sombras del desencanto que supone sentirse tan poco como para ni tan siquiera servir para taco de escopeta.
Otra forma de suspender la estancia, aunque difícil, no por no tener licencia, sino por falta de puntería, de vista, que sé yo, otra excusa.
Otra noche en blanco, con su amor, que no amante, velando su sueño, mientras ella ahoga su deseo en el olor a limpio de unas humildes sábanas que cubren el lecho, mientras espera mirando el techo, que suene el reloj y para ponerse en movimiento y entretener el sufrimiento que lleva dentro.
¡Bello y duro a la vez!
Triste realidad, muy frecuente por desgracia.
Un abrazo,
Jesús
No siempre se sueña bonito.
Un abrazo, compañero.
Mechas
¡Mucha salud!