Uno se suicida muchas veces, de maneras innumerables, uno se pierde poco a poco o mucho a mucho en esos menesteres, de manera pausada, aveces certera, otras pausada, con la cobardía suficiente para no acertar el golpe de gracia, ese que de una vez por todas pararía la barbarie en la vida de uno está convertida.
Uno se deja morir poco a poco, aveces prisionero del desdén, otras esclavo de la vagancia, de un conjunto de intransigencias de las que no vale culpar al destino, sino es que consideramos a éste, parte intrínseca de nosotros mismos.
Aveces la desgana se apodera de tal manera que ni tan siguiera la evasión espontánea y repentina consigue un instante de relajo entre tal paz, una paz tal, que mucho se semeja a la paz eterna.
Y total, ¿Qué es la vida desde su comienzo sino una carrera constante hacia la muerte?
¿Y no es desde el momento más que un suceder continuo de suicidios desde los niveles más primitivos a los más actuales?
En fin, que lo que dura la vida, aveces no depende de nosotros, pero eso es solo a simple vista, porque si reflexionamos un poco, descubrimos que casi en todo, depende únicamente de nosotros mismos.
¡Animo, Lamari!
Te noto un poco «baja». Alza el vuelo, y ríete del mundo.
Un beso,
Jesús
Gracias Jesús.
Un abrazo
Lamari
¡Salud!
Una visión un tanto antropocéntrica para mi, no obstante, legítima para el caso que dirime.
Hay una verdad, que es la muerte. Pero hay una mucho mayor, y es la certeza, de que sin vida, no habría muerte.
Nuestro único suicidio es admitir que para poder vivir, algún día habremos de morir.
Un saludo!
Al fin y al cabo, todo lo que pensemos, nunca podrá evitar lo que un día acabará sucediendo.
Un saludo compañero!