Lo cierto es que en estos días el dique seco es poco para describir el lugar donde me encuentro, aunque lo cierto es que esta nada creativa en la que me encuentro instaurada no es más que un momento donde no hay cabida para tantos menesteres.
Aquellos que no por alguna razón, para bien o para mal, no dependemos económicamente del oficio de escribir, acostumbramos a vivir en un mundo de desencuentros, sobretodo aquellos que relacionan la inspiración con la producción y a la inversa.
Son muchas las veces que uno camina hacia el trabajo, a toda prisa, mientras imagina historias protagonizadas por los transeúntes que llena la calle. Las frases fluyen y se pierden en el mismo momento de su fragua, son ideas fugaces, intensas, apenas sin tiempo, como la vida que a muchos nos tocó, una vida en la cabe todo menos vivir. Triste, pero certero. Uno tiene tiempo para trabajar – y por ello, sobretodo en estos tiempos, debemos sentirnos afortunados de quemar un tercio, como poco de nuestro día a día, a cambio de un salario que nos dará el sustento para seguir viviendo- apenas nos quedará tiempo para lo importante, para nuestra familia, para deleitarnos con un paisaje, para oler las flores, para sentir la brisa del mar, salada, tan próxima y a la vez tan lejana. La velocidad se instaura, más actividades, más, más, más de todo en menos tiempo.
Y es que en realidad, todo aquello importante es lo que no vale dinero, y por ello, debemos dedicarnos a ello, a no perder, a no dejar que eso, la vida, se nos escape entre los dedos.
Quiero que descanse en paz, creo en el respeto.
Aborrezco ese mundo ajeno, incauto
aquel que hace suyo, que dice conocer lo ajeno
ese que cada tarde ante el telecotilleo
se queda inerte, escuchando atento
la vidas ajenas o el cuento.
Aquel que lejos de tener oficio
se dedica al despotrico
del objeto de su despropósito
de aquel que más vende hoy
viendo fácil el dinero
da igual el sentimiento.
Es solo dinero.
Me siento identificado con esa fotografía de pasear e imaginar historias o ir componiendo sobre la marcha relatos iniciados. Ciertamente, lo verdadero importante no tienen valor económico. Un abrazo.