En mi humilde opinión, lo primero que se debe hacer para hacer la vida más llevadera después de cualquier ataque, es hacer un acto de contrición. Nada más bueno que empezar a pedir perdón para comenzar, que dejar la obstinación de lado, intentar de dejarnos sentir como ombligo de mundo y objeto de todas las agresiones, para seguir el camino más ligeros.
Las supuestas afrentas no sirven más que para hacer pesado nuestro bagaje y dificultarnos todavía más el camino.
La idea de creernos merecedores de todas las gracias y pensar que somos totalmente autosuficientes es, por llamarlo de alguna forma, el cáncer de las autovaloraciones, sean estas positivas o negativas. Ante ello, no nos estaría nada mal una píldora gigante de humildad, que lejos de infravalorarnos, como pueden pensar algunos enfermos del tema, nos ayudaría a acercarnos a la realidad común, esa que seamos conscientes o no, es la que compartimos y deberíamos, cuanto menos, tener en cuenta y respetar.